Una "aterrada" Ford vs. un agresivo Kavanaugh: ¿puede el Senado determinar quién dice la verdad?
Washington, DC.- La audiencia del Comité Judicial para escuchar a Christine Blasey Ford, quien acusa al nominado a magistrado de la Corte Suprema de Justicia Brett Kavanaugh de haber intentado violarla cuando ambos eran adolescentes, no tuvo las expresiones apasionadas del público que caracterizaron las realizadas dos semanas atrás, pero eso no significa que no hubiera mucha emoción, por lo delicado del tema y por la manera como hablaron los involucrados.
Estaba destinado a ser un torneo para ser disputado ante la opinión pública y así fue concebido. Aunque en esta ocasión la sesión se llevó a una sala mucho más pequeña que limitó la presencia del público y permitió un mayor control por parte de la policía del Capitolio que evitó los gritos y consignas de quienes rechazan a Kavanaugh, por considerarlo peligroso para los derechos ciudadanos que se vieron en las sesiones anteriores.
Sobre todo fue un torneo de declaraciones emotivas, que empezó con “100% segura” de que la persona que la atacó fue el hoy postulado a magistrado en la Corte Suprema.
En la tarde fue el turno del acusado para negar esos señalamientos, como ha venido haciendo desde que surgió la de Blasey Ford y las dos adicionales que se han conocido. Kavanaugh también habló con la voz entrecortada por la emoción cuando leía su testimonio inicial y en varias ocasiones tuvo que detenerse para retomar la compostura.
El juez lució rabioso, combativo y hasta grosero, con un discurso altamente politizado, algo inadecuado para quien aspira ser juez de la máxima corte del país, en el que dijo ser víctima de una operación política organizada por personas que perdieron las elecciones ante Trump en 2016 y la calificó como una “venganza a nombre de los Clinton".
El hombre refutó los señalamientos en su contra son “no solo no tienen corroboración, sino que han sido refutados por todos quienes ella dice que asistieron” a aquella fiesta, aunque dijo que no cuestionaba “que la Dra. Ford hubiese sido sexualmente atacada por alguna persona en otro lugar en otro momento”.
La explosión de Graham
Como temían muchos, se trató de una dinámica bipolar de “él dice, ella dice”, en la que no hay manera de saber de qué lado está la verdad, sin que exista algún tipo de investigación que aporte testimonios y datos concretos sobre eventos que supuestamente pasaron hace 36 años.
“No creo que el pueblo estadounidense pueda llegar a una conclusión sin una investigación amplia”, dijo a los medios apostados a las afueras de la sala el senador demócrata Chris Coons, al final de la audiencia, resumiendo el parecer de sus colegas de partido.
La pasión no la pusieron solo Brasley Ford y Kavanaugh, también el senador republicano por Carolina del Sur Lindsey Graham, quien arremetió contra sus colegas demócratas por lo que llamó el “fraude” de la audiencia que se estaba realizando.
“Este es el más antiético fraude desde que he estado en política (…) Y si realmente querían conocer la verdad, seguro que no habrían hecho lo que han hecho a este hombre”, espetó Graham dirigiendo su índice hacia la bancada demócrata.
Con una retórica muy al estilo del presidente Donald Trump, dirigió su rabia a sus colegas republicanos advirtiéndoles que si votaban ‘No’ cuando se someta a consideración del pleno la candidatura de Kavanaugh para integrar la Corte Suprema serían cómplices, algo que pone a los potenciales votos contrarios (Jeff Flake, Susan Collins o Lisa Murkowsky) a merced de la furia de la base conservadora.
Graham rompió filas con el estilo que habían adoptado los republicanos de no hacer preguntas, sino dejarlas en manos de la fiscal de Maricopa, Arizona, Rachel Mitchell, una mujer especializada en el tratamiento de casos de violencia sexual.
Los republicanos recuperan la voz
Hasta ese momento los republicanos habían cedido sus cinco minutos de preguntas a la fiscal Mitchell, mientras los demócratas usaron su tiempo no tanto para preguntar sino para alabar la “valentía” de la acusadora de Kavanaugh y criticar el manejo que el liderazgo republicano ha hecho de su denuncia y la de las otras dos mujeres que han surgido hasta ahora.
En un punto de la audiencia, la periodista de The New York Times, Maggie Haberman, aseguró que los republicanos que antes le dijeron que era buena idea tener a una mujer fiscal interrogando a Christine Blasey Ford cambiaron de opinión viendo la evolución del proceso.
Es posible que el interrogatorio de Mitchell haya proyectado entre algunos una imagen inquisitiva injusta con una persona que se describe como víctima de una agresión sexual, aunque ella siempre se mostró amable con la testigo, intercambiando comentarios graciosos y risas con ella.
El que Mitchell llevara la voz cantante pudo ser percibido por algunos como una cesión de sus responsabilidades de la bancada republicana, de servir como canalizadores de las inquietudes de sus electores a la hora de interpelar a la profesora Blasey Ford.
O es posible, la bancada de la mayoría pensara que si Mitchell seguía su tendencia profesional y se mantenía haciendo preguntas técnicas a Kavanaugh sobre la evidencia disponible, como las primeras dos que logró hacerle, perderían la oportunidad de denunciar lo que consideran una componenda política de la izquierda.
Mitchell se mantuvo en la sala hasta el final del proceso, pero no volvió a hacer una pregunta.
El fantasma de Anita Hill
Desde que se conoció la historia de Blasey Ford se ha hablado sobre el parecido del caso con el de Anita Hill en 1991. Y su presencia en la sala de audiencia fue palpable.
Hill es la mujer que en 1991 acusó al entonces nominado a magistrado de la Corte Suprema, Clarence Thomas, quien, como Kavanaugh, ya había superado las audiencias de confirmación en el Comité Judicial. En su caso, ya había recibido el visto bueno del y esperaba el voto del pleno.
Dianne Feinstein la senadora demócrata de más alto rango, recordó a Anita Hill al hacer las diferencias entre el momento que se vive hoy, con el movimiento #MeToo del último año.
Para muchos, el que los republicanos dejaran el interrogatorio en manos de la fiscal Mitchell buscaba evitar que se repitiera la experiencia de 1991 cuando Hill tuvo que enfrentarse a un grupo de hombres blancos que no parecían comprender bien la experiencia de una mujer que dice haber sufrido una agresión sexual. En aquella ocasión el interrogatorio fue considerado grosero y humillante.
Para Feinstein y otros tres senadores presentes en la audiencia del Senado, se trató de una repetición muy personal de lo experimentado en 1991 con el caso de Anita Hill.
Dos republicanos, el jefe del Chuck Grassley y el senador por Utah Orin Hatch, y el demócrata Patrick Leahy, eran jóvenes políticos que estuvieron en las sesiones en las que Anita Hill habló sobre el acoso sexual que dijo haber sufrido por parte de Clarence Thomas.
En 1991, Grassley y Hatch terminaron votando por Thomas, mientras que Leahy se opuso por dudas sobre la manera como el hoy magistrado interpretaba la Constitución. Con toda seguridad repetirán la ecuación a la hora de someter a la votación final a Kavanaugh.
El juicio final
Algunos esperaban que al final del día, fuera la manera más o menos convincente en la que Ford y Kavanaugh presentaran sus versiones las que determinarían ante la opinión pública quién dice la verdad o quién tiene la razón.
En líneas generales, Blasey Ford respondió con frases sencillas a las preguntas que se le hicieron, con una aparente sinceridad que contrastó con la gravedad de las audiencias senatoriales que se realizan en estos salones de mármoles y maderas oscuras.
La profesora no pareció que hubiera sido sometida a los típicos entrenamientos sobre cómo responder a los senadores, o al menos no pareció como si estuviera leyendo respuestas ensayadas al momento de hacerlo, pese a que tampoco puede decirse que se viera cómoda en el puesto en el que estaba. Su falta de entrenamiento pudo verse en el hecho de que frecuentemente dejaba el micrófono abierto de manera que podían escucharse sus intercambios con sus abogados.
Kavanaugh se mostró muy diferente al que se vio el lunes pasado en Fox News, cuando en una movida muy inusual para un nominado a la Corte Suprema, él y su esposa dieron una entrevista para limpiar su nombre, justo al día siguiente de que surgiera la segunda acusación contra él, la de Deborah Ramírez.
Algunos criticaron que en aquella entrevista el aspirante a ser magistrado de la Corte Suprema no la mostrara emoción del hombre indignado que recibe acusaciones falsas en su contra y que tratara de presentar una imagen demasiado benevolente de sí mismo, como un estudiante y deportista aplicado.
Para los senadores, se trataba de evaluar la veracidad de los hechos, pese a que no dispongan de todas las herramientas que les daría una investigación profesional, más allá de la que han realizado sus equipos, para proceder a un voto para confirmar o rechazar la nominación de Kavanaugh.
Lo que deja la audiencia es un juego de valoraciones. Los republicanos, quienes ejercen el control del comité, dirán que escucharon a la denunciante y al denunciado, a quien consideran que ha sido víctima de una componenda política. Los demócratas insistirán en que no se ha producido una investigación creíble por parte de FBI para poder llegar al fondo del tema.
Mientras tanto, el proceso denominación sigue su curso y es posible que para principios de la semana próxima ya haya un voto final sobre el nominado en el pleno del Senado.