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    Las seis formas en que Donald Trump destruyó la política tradicional

    Una campaña a base de insultos, desdeño de buena parte del electorado, una guerra frontal con los medios y una proliferación de mentiras desde su Twitter, llevaron por primera vez a la Casa Blanca a un candidato anti-político.
    16 Ene 2017 – 10:46 AM EST
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    ARCHIVO - Foto de archivo, 15 de diciembre de 2016, del presidente electo Donald Trump en Hershey, Pennsylvania. (AP Foto/Evan Vucci, File) Crédito: The Associated Press
    las líneas entre la verdad y la falsedad se borraron pese al esfuerzo denodado de los medios por chequear cada una de sus declaraciones.

    No solo la mayoría de encuestadores, opinadores, analistas y periodistas no vieron venir su victoria, sino que los políticos fueron testigos de nuevas formas de relacionarse con el electorado facilitadas por la era de las redes sociales.

    Formas que enseñaron que las reglas de la política tradicional en las que el que gana es el que más gasta, o el que más invierte en apertura de oficinas y miles de voluntarios, no son el camino del éxito. Lo que ganó fue la política del personalismo y el fanatismo encarnadas en Donald Trump: el outsider - empresario - celebridad que manejará los destinos de la potencia más grande del mundo por al menos los siguientes cuatro años.

    Estas fueron las formas en que Trump destruyó la política tradicional.

    La impunidad del insulto

    En uno de los primeros debates durante las primarias del Partido Republicano, en diciembre de 2015, Jeb Bush le dijo a Donald Trump: “Tú no puedes insultar tu camino a la presidencia”. Aunque en ese momento el precandidato al que Trump ya había apodado Jeb “baja energía”, recibió los aplausos del público, lo cierto es que Trump insultó todo su camino a la presidencia. En octubre pasado, The New York Times publicó dos páginas enteras de su edición impresa con 6,000 insultos que Trump usó contra al menos 289 personas, lugares y cosas, lista que sigue actualizando en este link.

    Desde la repetida “Hillary corrupta”, hasta el “Mentiroso” Ted, pasando por despreciables palabras contra las mujeres que la presentadora de Fox, Megan Kelly le citó en un debate, Trump atacó desde su tribuna favorita en Twitter a demócratas, contradictores, de su propio partido, minorías, la prensa y básicamente a cualquiera que no compartiera sus opiniones o formas de ver el mundo.

    Tal como lo explicó John Murphy, profesor asociado de comunicación de la Universidad de Illinois, citado aquí en medio de la campaña: "Los insultos son parte de ganar: (Trump) puede decir estas cosas horribles y salirse con la suya especialmente porque su estilo de humor es atractivo para aquellos que no están en la broma (su electorado blanco)".

    Twitter y la comunicación sin filtro

    Aunque durante los 8 años de gobierno de Barack Obama el uso de redes sociales en la esfera política comenzó a tomar vuelo y @Potus se comunicó de manera inteligente con los estadounidenses, el saliente presidente afroamericano no abandonó los otros canales tradicionales de información ni siquiera en tiempos de campaña y tampoco ignoró o atacó a los medios con tanta vehemencia como Trump.

    La lógica del candidato-presidente tuitero es aquella de la comunicación sin filtro. Trump dijo todo cuanto quiso en 140 caracteres: desde la tradicional promoción de sus mitínes, hasta repetidos insultos contra sus opositores, encendidas polémicas con sus críticos -sus recientes favoritos son el NYTimes o SNL por la imitación “horrible” que Alec Baldwin hace de él-, y declaraciones engañosas o mentirosas, como la idea de que tres millones de "ilegales" votaron en California.

    Lo cierto es que bien sea para ventilar calumnias sobre una Miss Universo a las 3 a.m. o mantener en suspenso el nombramientos de su gabinete como si se tratara de un reality show, ningún otro candidato hizo uso de las redes sociales como Trump.

    La razón más allá de tecnológica tiene que ver con su personalidad: su mayor crítica al “pantano” de Washington o a los políticos del establecimiento es que ellos tienen una imagen en público y otra en privado. Trump en cambio se ha vendido a sí mismo como un candidato no político que no esconde lo que piensa, aun cuando eso le haya puesto frecuentemente en situaciones incómodas. Las propias victorias de Obama se produjeron después de dos libros que expusieron sus antecedentes y su visión, y discursos que se basaron en años de negociación de las tensiones raciales del país. Pero Trump solo necesita ser ruidoso, extremo y llamativo en una red en la que lo leen casi 18 millones de personas. Aunque aún no es claro que reglas establecerá el Servicio Secreto en lo que tiene que ver con el de Trump a dispositivos, al menos la cuenta de @POTUS no estará exclusivamente bajo su uso.

    Desprecio por la prensa

    Trump está convencido que no necesita los medios de comunicación para transmitir su mensaje y aunque durante su campaña dio 16 ruedas de prensa superando en creces a su contendora Hillary Clinton, evadió preguntas y en una de ellas incluso expulsó al reportero de esta casa editorial, Jorge Ramos.

    Es más, desde el 27 de julio cuando le pidió a Rusia hackear los e-mails del partido demócrata, Trump no se ha reunido con periodistas y hace poco canceló el encuentro que tenía planeado el 15 de diciembre para explicar cómo manejará los conflictos de interés causados por su emporio de negocios. Ahora su equipo de transición realiza una llamada diaria de anuncios con reporteros pero es impredecible cómo manejará las relaciones con la prensa en la Casa Blanca. Una pista la podría haber dado el futuro jefe de gabinete Reince Priebus quien en declaraciones al programa de radio de Hugh Hewitt, sostuvo que el programa de radio semanal de la Casa Blanca o el briefing diario que suele dar el secretario de prensa “son tradiciones que podrían cambiar bajo Trump”

    Durante la campaña, el magnate solía irrespetar con frecuencia a los reporteros que cubrían sus rallies llamándoles mentirosos y deshonestos, y pidiendo a sus seguidores que los abuchearan como cuenta mi colega Fernando Peinado en esta nota. En febrero amenazó con abrir las leyes de calumnia para así poder juzgar a publicaciones “que cuando escriban una pieza que es una desgracia total, podamos demandarlas y ganar dinero”, según dijo en uno de sus rallies en Fort Worth, Texas.

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    En video: El altercado de Donald Trump con un periodista de CNN en su primera rueda de prensa

    No obstante como dijo a Univision James Wheaton, profesor de Derecho del Periodismo en las Facultades de Periodismo de Stanford y Berkeley, las amenazas de Trump en este aspecto no tienen sentido. “Las reglas para los casos de difamación le competen a la Corte Suprema que las interpreta con base en la primera enmienda de la Constitución por lo cual el presidente no tiene ningún poder para cambiarlas". Hasta los jueces conservadores se niegan a tocar la sagrada Primera Enmienda.

    Baños de masas para el caudillo

    No hay nada más tradicional que un rally a la hora de intentar conectarse con los electores y sin embargo la intensidad con la que Trump sumaba hasta cinco en un dia en sus últimas semanas de campaña, no tiene precedente en la historia del país.

    No solo por su frecuencia sino por su contenido y el objetivo último de venerar la figura del orador: mientras Hillary Clinton usó sustitutos de la talla del mismo presidente en ejercicio, Barack Obama, su esposa Michelle que le dio un tremendo impulso a su campaña, su esposo Bill Clinton, su vicepresidente Tim Kaine, y artistas de gran renombre que hicieron videos a su favor o ofrecieron conciertos gratis a su nombre, Trump solo se necesitaba a sí mismo para representarse.

    Es la muestra de la política personalista propia de un caudillo que es capaz de llenar auditorios para repetirles un mensaje que se reducía casi a 3 propuestas de campaña: “construir el muro”, “traer los trabajos de vuelta a EEUU” y en suma “Hacer a EEUU grande otra vez”.

    Sus seguidores se emocionaron más por los cánticos llenos de odio como el “enciérrenla” dirigida a Clinton y por el ritmo de Standup-Comedy que Trump le imprimía a sus mítines, que por entender en realidad qué es lo que Trump quiere hacer con el país y cómo.

    A pesar de todas las contradicciones expuestas en sus dichos y promesas, sus más fieles fanáticos, los blancos estadounidenses de clase media con poca educación, hacían enormes filas para verle y asistir a la fiesta política que ofrecía. Hoy día durante su inédita “gira de agradecimiento”, ya como presidente electo, Trump demuestra que necesita reafirmar esa simpatía de masas para darle aún mayor legitimidad a su triunfo.

    Estados Unidos en deterioro

    Donald Trump podría ser el primer presidente que construyó su poder sobre la plataforma de que Estados Unidos está en gran deterioro. Es el primer líder norteamericano que durante su campaña no se preocupó por insistir en este país como la "única" superpotencia del planeta Tierra, una nación "excepcional" o un país "indispensable", una oratoria que han mantenido candidatos de ambos partidos por décadas como parte del orgullo norteamericano.

    Incluso al usar su lema de “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, lo hizo siempre bajo la connotación de que es una nación “desastre” y al igual que sus líderes, carece de su antigua grandeza.

    Así se dirigió a una clase social aspiracional para la que las cosas no van bien en el país y no se identifica con las palabras grandilocuentes de otros tiempos. Trump explotó los prejuicios de millones de blancos sin estudios con un discurso enfocado en las consecuencias de los malos acuerdos comerciales y de la inmigración, algo que le funcionó enlos los tres estados que le dieron el triunfo: Pennsylvania, Michigan y Wisconsin.

    Y aunque Trump fue quien marcó la pauta, la guerra de anuncios publicitarios entre las campañas demócrata y republicana corroboró que el mensaje positivo de It’s Morning again in America que catapultó al Ronald Reagan candidato y que en su momento impregnó la escena política de esperanza, quedó sepultado en la memoria de electores, estrategas y analistas políticos después de lo vivido en este 2016.

    Las nuevas minorías oprimidas

    Trump logró que los hombres blancos sin educación, su sector más entusiasta de votantes, se mostrara como la nueva minoría oprimida. No solo su discurso de la pérdida de trabajos que se van al extranjero o a manos de los inmigrantes, caló en estos sectores rurales o asentados en el corazón industrial de EEUU, sino que fueron estos votantes "olvidados" por los políticos tradicionales, los que al ir a las urnas en masa terminaron dándole el tiquete a la Casa Blanca.

    Este fiel grupo habitó en Internet compartiendo teorías conspiradoras, sitios de noticias falsos y artículos con claro contenido conservador como los publicados por Breitbart y Fox News. Habiendo sido Trump un campeón del "movimiento del birtherism" que sugirió que Obama era un musulmán, su ascenso envalentonó por igual a los nacionalistas blancos mientras David Duke, ex líder del Ku Klux Klan, lo apoyó en la carrera electoral.

    Paralelamente Trump desdeñó el voto latino y afroamericano, muy pocas veces le habló a ese electorado y cuando lo hizo fue en medio de amenazas, como aquella de deportar 11 millones de inmigrantes o insultos, como el de decirle a los afroamericanos que votaran por él, pues "ya no tienen nada más que perder".

    Es innegable que Donald Trump cambió las formas de hacer política en EEUU y es posible que ya ninguna campaña vuelva a ser tradicional.

    Vea también: Los memes que resumen los momentos inólvidables de la campaña presidencial

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