Cientos de cubanos en Ecuador piden ayuda a México para llegar a EEUU

QUITO (Ecuador).- Desde lejos parece una reunión familiar: niños corriendo, gente tumbada en el suelo y grupos de hombres hablando de béisbol o política mientras sirven de enormes ollas comida a todo el mundo. Al acercarse el panorama cambia: maletas amontonadas, colchones alineados contra el frío y el viento que aprieta y quejas, muchas quejas de los c ientos de cubanos que, bajo una zona techada en una esquina de uno de los parques más famosos de Quito, esperan por una visa humanitaria que les permita llegar a Estados Unidos de forma segura.
Alrededor de 150 personas, entre las que hay 27 niños, unos 30 ancianos, cuatro embarazadas, y algunos enfermos ,como una mujer con cáncer que “no está recibiendo el tratamiento adecuado”. Eso afirma Alexander Sánchez, uno de los voceros del grupo, que a segura que en Quito hay 500 cubanos en esta situación, un número que podría aumentar con la llegada de más compatriotas desde el interior del país.
Poco después del mediodía, Margarita Martínez Rondón cuenta que ya se ha desmayado “tres veces”. La diabetes tipo 2 que sufre se controla con medicación, alimentación adecuada y una vida saludable, algo que no puede cumplir desde que se sumó a la protesta frente a la embajada de México hace más de dos semanas: “Un día como y otro no, cada vez estoy peor y me puede dar un infarto o una hipoglucemia”, afirma esta cubana de 53 años que llegó a Ecuador hace uno con su hija, su yerno y su nieto pequeño en lo que pensó que sería una breve parada de su camino hacia los Estados Unidos.
Este es uno de los remanentes de la crisis migratoria cubana que estalló a finales del año pasado cuando el gobierno de Nicaragua decidió cerrar su frontera con Costa Rica, dejando varados a miles de cubanos que trataban de alcanzar EEUU por vía terrestre desde Ecuador.
El flujo de esos inmigrantes a Ecuador, que hasta entonces era uno de los pocos países que no les exigía visa, a umentó tras el anuncio del deshielo de las relaciones entre EEUU y Cuba ante el temor a una posible eliminación de la Ley de Ajuste Cubano que les otorga beneficios migratorios.
La situación en Centroamérica se destrabó con la puesta en marcha de puentes aéreos –primero desde Costa Rica y después desde Panamá- para que los cubanos alcanzaran suelo estadounidense a través de México.
Pero l as fronteras, que hasta entonces habían sido más porosas, se les fueron cerrando a los cubanos y para los que siguen en Ecuador, la única opción es arriesgarse a pagar a coyotes para cruzar Colombia, en la que muchos coinciden es la etapa más peligrosa del viaje por tierra a EEUU.
De ello dan fe Anay María Pérez, sus dos hijos, su nuera y sus dos nietos. La familia llegó a Quito hace siete meses tras “venderlo todo” en La Habana y juntar alrededor de 10,000 dólares. La mitad se fue en tratar de arreglar sus papeles ya en Ecuador, donde aseguran que fueron estafados por un compatriota.
Tras tres meses buscando empleo sin éxito y ser desalojados de su apartamento “de malas maneras”, la familia decidió arriesgarse y emprender camino hacia EEUU: “ Pagamos 7,800 dólares por las seis personas y cuando llegamos a Turbo (una pequeña localidad en el norte de Colombia desde donde salen las lanchas hacia Panamá) nos tuvieron 15 días pasando hambre hasta que nos sacaron en busca de la lancha, pasando por manglares hasta que llegamos a la playa”, relata Pérez.
Uno de sus hijos, Eduardo Díaz, un informático de 29 años y padre de los dos niños de 2 años y 10 meses continúa: “Allí entonces llegó el lanchero y lo mataron delante de nosotros, de los niños, y salimos corriendo de vuelta al manglar. Nos lo quitaron todo y estuvimos escondidos en el monte más de 20 personas varios días, hasta que un señor de la zona se apiadó de nosotros y nos pagó el boleto de regreso a Quito en autobús”.
Díaz cree que aquello se debió a que la zona es “paso de droga” y “no interesa” la presencia de inmigrantes ilegales. Tras 22 días de travesía, regresaron a Quito, “sin dinero y sin trabajo, sobreviviendo con lo que nos manda un familiar desde Estados Unidos, como eso no llegue, estamos en la calle”.
La inseguridad en el camino fue uno de los motivos que llevó a los cubanos a acamparse, un par de semanas atrás, en los alrededores de la embajada de México para de esta forma presionar al gobierno de ese país para que les otorgue la visa humanitaria y facilite un corredor humanitario.
Tras una semana, el pasado domingo fueron retirados de esa zona por agentes de la policía. “Teníamos cocinas y nos las quitaron, junto con dinero y otras pertenencias”, explica Odalis Laguardia, una habanera de 26 años y tres hijos que ahora es la encargada de alimentar a los acampados gracias a las donaciones de comida.
Uno de los voceros del grupo, Efraín Sánchez, asegura que son “más de 5.000 cubanos” los que solicitarían esta visa. El portavoz lamenta que el gobierno ecuatoriano no quiere recibirlos o facilitarles el camino y afirma que con eso Quito incumple “los tratados de libre circulación internacionales” y adelanta los siguientes pasos que barajan es acudir a organismos internacionales o “activar mecanismos para solicitar asilo político”.
Desde el gobierno de Ecuador, el subsecretario de asuntos migratorios, José Luis Jácome, respondió al diario La Hora que l os cubanos “eligieron venir al Ecuador en calidad de turistas” y que, por lo tanto, su condición migratoria “no es la misma” que la de los miles de colombianos que llegaron huyendo del conflicto interno en su país.
Por su parte, desde el gobierno de México, Juan Manuel Nungaray, ministro en jefe de la mbajada en Ecuador, afirmó en declaraciones a Ecuavisa que su país “tiene una política migratoria” con unos requisitos que deben cumplirse para la solicitud de las visas.
Y la embajada cubana en Ecuador interpretó la protesta de Quito como una manifestación contra “la Revolución Cubana y contra el país que los acoge”.
La mayoría de los acampados llegaron con la idea de que Ecuador fuera su punto de partida hacia Estados Unidos, pero muchos buscaron un empleo para frenar la salida de dólares de sus bolsillos.
En Quito, los cubanos se concentraron en la zona de La Florida, en el norte de la capital, un lugar donde florecieron peluquerías, zapaterías, tiendas de ropa o restaurantes. Una pujante ‘Little Habana’ con sus ojos puestos en Estados Unidos, pero que se ha ido marchitando de la mano de la crisis que sufre el país por la caída de los precios del pretróleo. Muchos tuvieron que cerrar sus negocios y otros empezaron, o continuaron, buscando empleo.
Ese fue el caso de Odalis Laguardia, se formó como técnica medio en comercio en Cuba, pero dice que no ha tenido “ningún empleo” desde que el Senescyt, el organismo ecuatoriano que valida los títulos para los extranjeros, no le convalidó sus estudios. Lleva en Quito un año y siete meses.
Alexander Sánchez protesta en la misma dirección. “No nos reconocen los títulos del Senescyt”, se queja, y asegura haber visto carteles de “No queremos cubanos” en algunos establecimientos que buscaban empleados. “Hemos sufrido amenazas de muerte y se aprovechan de nuestra situación para pagarnos menos”, afirma.
Anay María Pérez repite poco después parecidas preocupaciones: “Hay xenofobia, nos han amenazado de muerte porque les quitamos los trabajos”.
Sentada en el parque, en el centro de la enorme cama formada por varios colchones y mejor protegida del frío, Yailin alimenta a Yarlene, de tres meses de edad, la pequeña de sus dos hijas. Las tres junto a su esposo llegaron de Cuba hace 8 meses, ella embarazada, y con la idea de que Ecuador fuese el punto de partido hacia su sueño americano.
A pesar de tener siempre en el horizonte la idea de viajar hacia Estados Unidos, han estado buscando trabajo desde su llegada. Ninguno de los dos es profesional, lo que dificulta más el encontrar empleo. “No somos profesionales pero sabemos hacer de todo”, se defiende, aunque dice que desde su llegada no han trabajado “nunca” por su nacionalidad. “Hay un rechazo muy fuerte a los cubanos”, sentencia.
Esperan que se les entregue la visa humanitaria y, a pesar de la difícil situación en la que se encuentran, no se plantea viajar por tierra al norte: “Cuando vi en Facebook las masacres que hay, yo no voy a exponer la vida de mis hijos”, cuenta.
De momento, para ellos llegar a Estados Unidos, donde tienen varios familiares y conocidos, se ve lejano.
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