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Referendos

Así votaron los que sí lograron hacerlo en el referéndum independentista de Cataluña

El proceso de votación, convocado por el gobierno independentista catalán y declarado ilegal por el Estado español, confrontó muchos obstáculos: arremetidas policiales, fallas de internet y retrasos. Pero miles de catalanes sí introdujeron su voto en urnas improvisadas. Estas son sus historias.
1 Oct 2017 – 10:38 AM EDT
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BARCELONA, España.- Son las 9 de la mañana y decenas de personas se concentran frente al instituto de enseñanza pública Moisés Broggi, en Barcelona, donde han habilitado seis mesas para celebrar el referéndum por la independencia de Cataluña, convocado por el gobierno catalán pero declarado ilegal por el Estado español.

Bajo una pertinaz lluvia los votantes aguardan con paciencia lo que les diga Rodrigo, uno de los apoderados del proceso en ese colegio, que ha fungido de vocero ante la masa de personas que, a esa hora, piden que abran las puertas para votar como marca el cronograma. “El problema es que han cortado el wifi y sin internet no podemos transmitir (los resultados de) la votación”, explica el voluntario.

Desde el viernes por la tarde, centenares de personas ocuparon edificios públicos donde se celebra este domingo el referendo para evitar que los agentes policiales impidieran el voto. El Gobierno español envió miles de policías para frenar el referéndum unilateral.

Una patrulla de la policía catalana, los Mossos d'Esquadra, se mantiene en la esquina mientras dos agentes miran con atención las filas de este domingo esperando actuar. El Tribunal Constitucional español y dos juzgados le han ordenado a ese cuerpo que confisquen el material electoral y precinten los colegios donde se desarrolle el proceso de votación.

“¿Y cómo hacemos con tanta gente? Tenemos la orden pero es difícil de ejecutar”, dice bajo anonimato uno de los agentes, cruzándose los brazos.

Horas más tarde, el Ministerio del Interior ha referido que la Policía Nacional y la Guardia Civil ha cerrado 79 centros de votación y arrestado a tres personas. Las autoridades catalanas reportaron más de 330 heridos en los enfrentamientos de los cuerpos de seguridad con los participantes.


En las filas de la mañana se respira tanta ansiedad como voluntad por votar y llevar la contraria al gobierno de Mariano Rajoy, que ha impedido a toda costa que se celebre la consulta.

“Votar para expresar mi libertad, y lo que quiero para mí y para mi gente. Creo que nos han estado tomando el pelo y necesitamos vivir como hemos deseado, sin depender ni mantener a otras personas y personajes”, se queja Isabel, una de las primeras de la fila.

El mantra independentista se repite a lo largo de la cola de votantes que, paraguas en mano, da la vuelta a la manzana. “Es una falta de todo que no nos dejen votar. Tenemos el derecho y yo quiero votar para que todos decidamos y no para que una sola persona decida”, afirma Esther, una barcelonesa de 60 años.

Pero ¿son tan distintos catalanes y españoles?, le pregunta Univision Noticias a Alba, que tiene tres horas de pie frente al colegio y no piensa retirarse hasta depositar la papeleta en la urna de plástico, que han improvisado a último momento los organizadores. “Es un tema de raíces, de cultura y de dignidad. Somos distintos y mucho. Aquí aplaudimos y allí nos insultan, aquí levantamos las manos y allí nos amenazan”, dice.

Tres metros más atrás de distancia Conchita, que ha ido acompañada de su marido Pedro y hace cola desde las 5:00 am, discrepa de esa opinión. “A mí en un principio me daba igual separarme de los españoles, no tengo ningún problema con ellos.Tengo problemas con el gobierno español. Catalanes y españoles no somos tan diferentes, hay gente buena y gente mala en todos lados. Pero quiero votar porque todo está hecho una mierda y el gobierno (central) nos está machacando”.

Marc nació en la Cataluña interior pero reside desde hace años en Barcelona, la capital catalana y la mayor ciudad de la región. Vive en frente al colegio y ha visto cómo desde la noche anterior entusiastas votantes independentistas como él han tomado la instalación para garantizar el voto y evitar el bloqueo policial.

”Tenemos el derecho de decidir nuestro futuro aunque queramos quedarnos o salirnos de España. En el siglo XXI no se puede entender que un gobierno lo prohíba, con la gente tan pacífica que se ha ido a la calle. Si podemos votar y sale que no, pues no pasa nada, la mayoría es la que manda; lo que no puede ser es reprimir la opinión de la gente”, dice Marc.

Arrecia la lluvia y un par de kilómetros más al oeste de la capital catalana, en la Travessera de Gràcia, una de las zonas con mayor movilización del independentismo, un grupo grande de personas se concentra en las puertas del instituto Príncipe de Girona, donde han instalado nueve mesas.

Estar y no pertenecer

“¡Votaremos, votaremos, votaremos!”, gritan al unísono, convencidos de que podrán hacer frente al desafío de la prohibición y al miedo que empieza a circular por las redes, con videos e imágenes de policías nacionales cerrando a la fuerza varios centros de votación y sacando a los votantes a rastras.

Al igual que en el centro anterior, el proceso se ha retrasado porque la Guardia Civil ha intervenido las aplicaciones informáticas, sin las que es imposible llevar a cabo la votación. “Podríamos ir a un proceso manual pero preferimos no hacerlo. El problema es la gente, hay mucha”, dice Josep, uno de los apoderados electorales.

A las 10:40 hacen pasar al primer votante. Un rugido de aplausos retumba en el lugar y uno de los de mesa mueve sus brazos hacia arriba con los puños cerrados en señal de éxito.


Jordi, coordinador electoral de ese colegio, indica que “dado el problema que ponía el Estado español y las amenazas sobre las personas que están en las mesas y la Ley de Protección de Datos, se ha buscado un sistema para que estas personas no se estuviesen jugando el patrimonio”. Hace referencia a las fuertes multas con las que se castigará a quienes hubiesen participado en la organización y ejecución del referéndum independentista.

“La aplicación durante un rato no funcionó. Hemos hecho réplicas, réplicas, réplicas y seguramente (Julian) Assange nos ayudó”, bromea. “Al final hemos encontrado una solución”, agrega Jordi, un convencido independentista convertido en el supervisor del lugar, que se mueve por el sitio dando instrucciones y organizando a los voluntarios.

“De entrada, consideramos que somos una nación y dentro del Estado español no podemos desarrollarnos como tal. No es solo un tema económico sino global: de historia, de cultura. Aparte del idioma, un matiz: aquí en Cataluña las fiestas de toros están prohibidas. Es una diferencia de mentalidad: lo que en España se considera la fiesta nacional, acá es un disparate”, aduce.

Las filas comienzan a avanzar con mayor fluidez. Primero las personas de la tercera edad, luego mujeres embarazadas o con niños pequeños. La panza de Helena acusa el avanzado estado de gravidez. La dejan entrar por delante de muchos en la cola. Toma la papeleta, la marca y la guarda en un sobre. Espera sentada que le toque su turno para registrar su nombre y depositar el voto.

“No, no somos tan distintos, aunque sí más abiertos, más europeos y más mediterráneos. España es vieja y conservadora. El problema es no pertenecer y que no quieren que pertenezcamos”, sostuvo antes de votar, mientras en la sala corría el rumor: "Llegó la policía, llegó la policía".

Aquí fue eso, un susto al ver un auto de la Guardia Civil que se quedó a las puertas, pero inflado por las imágenes y tuits de otros centros de votación en Barcelona donde la policía nacional sí se llevó las urnas improvisadas de plático e incluso se enfrentó físicamente con votantes.

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