La bomba migratoria desde Cuba

Tal y como acostumbra, el régimen de la familia Castro está apelando a su astucia malévola para aplacar el descontento popular en Cuba. Conspira con su ahijado, el régimen de la familia Ortega en Nicaragua, para tratar de deshacerse de cubanos insatisfechos y rebeldes de los que valientemente han protestado en las calles este año. En el proceso, es probable que perpetre serios atropellos humanitarios y provoque una nueva crisis migratoria. A menos, claro está, que sepan impedirlo diversos países que se verían potencialmente afectados, especialmente Estados Unidos y México.
La trama maquiavélica consiste en habilitar la salida de cubanos sin visas hacia Nicaragua, como en otra ocasión se habilitó hacia el Ecuador de Rafael Correa. El anuncio lo hizo Managua hace poco más de una semana. El país centroamericano, desgobernado por Daniel Ortega y su consorte, Rosario Murillo, se ahoga en la pobreza y no está en condiciones reales de aceptar refugiados de Cuba ni de ninguna otra parte. Pero la apuesta es servir en bandeja el territorio nicaragüense solo como tránsito a miles de cubanos para que estos a su vez inicien una riesgosa travesía rumbo a Estados Unidos vía Sudamérica, Centroamérica y México, de esas que suelen dejar una estela de muerte, enfermedades, violaciones sexuales y otros abusos.
El doble propósito es darle al régimen castrista la proverbial válvula de escape a los graves problemas económicos, políticos y sociales que encara y presionar al gobierno del presidente Biden para que suavice las sanciones que ha impuesto a las dos tiranías. La ineptitud consustancial al gobierno cubano lo obliga cada 10 o 15 años a deshacerse de decenas de miles de ciudadanos para cumplir su objetivo fundamental: perpetuarse en el poder. La tradicional maniobra tiene nombres, apellidos y fechas: éxodo de Camarioca en 1965; vuelos de la libertad de Cuba a la Florida hasta 1970; éxodo de Mariel-Cayo Hueso 1980; crisis de los balseros 1994; vuelos de la libertad hacia España y México. Siempre.
La oscura trama presenta un dilema peliagudo a México, Estados Unidos y quienes simpatizamos con la causa de la libertad, la democracia y los derechos humanos en Cuba. Es la disyuntiva sobre si se debe evitar que las dictaduras de La Habana y Managua se salgan con la suya, provoquen una estampida de la isla que agrave el éxodo y el desamparo migratorios en las Américas, o si por el contrario se debe facilitar que los cubanos ejerzan su derecho a vivir con dignidad fuera de su país donde, por varias generaciones, los han tratado como prisioneros y esclavos.
Este dilema preocupa tanto al gobierno del presidente Biden que la semana pasada lo incluyó en deliberaciones de altos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. Pretenden trazar una respuesta a Cuba y Nicaragua que, al parecer, incluiría sanciones todavía más severas. “Ya hay un gran número (de cubanos) que viene caminando, haciendo autostop desde Colombia”, declaró un funcionario estadounidense a Univision.com el pasado viernes. Y agregó: “esto supondrá una avalancha”. A su vez, el senador republicano de la Florida, Marco Rubio, profundo conocedor de la dictadura castrista, subrayó que “la istración Biden debe responder rápidamente y tomar esto por lo que es: un acto hostil”. (V. “La bomba migratoria: ¿Qué hay detrás del anuncio de Nicaragua de permitir a los cubanos entrar sin visados?”, David. C. Adams, Univision.com, viernes 3 de diciembre, 2021).
Pero el acto hostil de los castristas no es solo hacia Estados Unidos y otros países sino, sobre todo, hacia los propios cubanos. El régimen se sabe incapaz de darles libertades y mejorarles sus condiciones de vida. Por eso opta por desembarazarse de ellos. Después de todo, le resulta impráctico meter a decenas de miles de desafectos en las cárceles.
Los cubanos hoy tienen tanto derecho a vivir en su país como a emigrar en busca de libertad y prosperidad, como hicimos antes millones de nosotros. Por eso, Estados Unidos, México y otras naciones que se verían afectadas por una estampida de Cuba deberían pensar en alternativas que faciliten la salida ordenada de cubanos. Podrían comenzar por ofrecer amparo a los que se han rebelado pacíficamente contra el régimen y desean rehacer sus vidas en el extranjero.
Las democracias han dado sobradas muestras de que carecen de la voluntad política de hacer un frente común a las dictaduras que se consolidan en nuestro hemisferio. En cambio, esas dictaduras – la cubana, la nicaragüense, la venezolana - trabajan de forma mancomunada para proteger sus intereses espurios. Es lo que hacen Cuba y Nicaragua cuando conspiran para propiciar una avalancha de cubanos hacia Centroamérica, México y Estados Unidos.
Sin embargo, sería incongruente exigirles a los cubanos el heroísmo moral de quedarse en la isla aguantando palos y humillaciones. Si no existe la voluntad de promover la democracia en la región, debería haberla, por lo menos, para proteger y socorrer a las víctimas de las dictaduras, como los cubanos que deseen huir de su país.
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