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El convoy de la muerte en Canadá

"En su radicalismo, los camioneros rebeldes no solo se oponen a vacunarse como exige un mandato del gobierno canadiense que se anunció a mediados de enero. También demandan el levantamiento de todas las restricciones anticovid y la renuncia inmediata del primer ministro Justin Trudeau".
Opinión
Miembro del equipo de Política de Univision.
2022-02-14T13:49:54-05:00
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"La libertad que reivindican esos manifestantes iracundos no es otra que la de enfermarse y enfermarnos de covid". Crédito: Justin Tang/AP

Se dice que la protesta de camioneros que paralizó las fronteras de Canadá con Estados Unidos va camino de convertirse en estrategia internacional. Ya afecta a Francia, Australia, Nueva Zelanda y al parecer amenaza con extenderse a algunas regiones de nuestro país, como Nueva York. El Departamento de Seguridad Nacional ha enviado una advertencia a los cuerpos policiales. Por eso vale la pena hacerle una breve radiografía para que se entienda que, aunque lleva el atractivo nombre de “convoy de la libertad”, nació más bien como un estertor nihilista de radicales de derecha, zafios y oscurantistas, como esos que libran una guerra sin cuartel contra las cautelas sanitarias desde que comenzó la pandemia de coronavirus.

Los protagonistas canadienses de la protesta son principalmente personas a las que no les importa contagiarse ni mucho menos contagiar a otros de covid, ni siquiera a de su propia familia. Algunos pertenecen a una minoría de camioneros que se han negado a vacunarse en un país donde más del 80% de los ciudadanos se vacunaron, incluyendo nueve de cada 10 choferes de camiones. Y habían perdido todas las batallas legales y políticas en su fanática aspiración a no aplicarse la vacuna ni observar restricciones por la pandemia. Personas bien intencionadas, desde luego, se han sumado a la campaña, como monos de imitación, para evidenciar el cansancio que sienten por la lucha interminable contra el coronavirus.

Si se observan detenidamente imágenes de la protesta, podrán apreciarse banderas confederadas del sur racista de Estados Unidos y símbolos neonazis. Los medios canadienses de hecho reportan que 60% de los fondos que han recaudado los manifestantes provienen de nuestro país. Los recaudaron por internet. Y en gran medida medios y políticos de la extrema derecha estadounidense – como Fox News y el senador Rand Paul de Kentucky - le están dando energía al movimiento, sin importarles que éste haya costado aproximadamente $300 millones diarios en comercio entre los dos países vecinos, lo que a su vez ha agravado la escasez de productos de consumo y puesto en peligro miles de empleos en Estados Unidos y Canadá.

En su radicalismo, los camioneros rebeldes no solo se oponen a vacunarse como exige un mandato del gobierno canadiense que se anunció a mediados de enero. También demandan el levantamiento de todas las restricciones anticovid y la renuncia inmediata del primer ministro Justin Trudeau.

Pero para hacer sus demandas se han colocado al margen de la ley y las normas y reglas de una de las democracias más estables y eficientes del planeta. Denuncian como “arbitrarias” las decisiones de un gobierno legítimamente constituido, las cuales pueden cuestionar en los medios, los tribunales y las urnas. En realidad, lo arbitrario es que durante semanas hayan obstruido las vías públicas, amenazado la seguridad y la salud de sus compatriotas canadienses y perjudicado el comercio entre dos naciones cuyos gobiernos se eligieron por voluntad popular y que a diario se someten al escrutinio de una prensa libre y de la opinión pública. Su protesta es un furor oscurantista como el que desde el principio de la pandemia hemos padecido en Estados Unidos y otros países.

La libertad que reivindican esos manifestantes iracundos no es otra que la de enfermarse y enfermarnos de covid. Es debatible si tienen derecho a lo primero. Pero definitivamente no tienen derecho a lo segundo. Su actitud temeraria evoca la de los fascistas españoles que, en plena guerra civil, se guiaban por la consigna de “viva la muerte”. Frente a ese presupuesto demencial, nosotros debemos esgrimir exactamente la idea contraria, la de que nuestra vida y la vida de los demás poseen un valor intrínseco que merece la pena proteger. Por eso debemos apostar por la salud y observar las cautelas sanitarias que nos sugieren la ciencia médica y el sentido común; y apoyar a líderes que se guíen por los mismos principios.

Las autoridades canadienses han comenzado a desarmar las protestas con ultimátum y arrestos. Para ello cuentan con el apoyo del gobierno del presidente Biden. Pero el asedio a Ottawa, la capital canadiense, continúa. No sabemos el éxito que puedan tener los extremistas en propagar su veneno oscurantista. Pero no se puede descartar mientras dure la pandemia, con sus secuelas de contagios, muertes y volatilidad económica. Lo que sí sabemos es que lo que anima a los extremistas es un peligroso morbo nihilista que, por lo menos en Canadá, solo ha contagiado a una pequeña minoría atrabiliaria y vociferante.

Al cierre de esta columna, se informó que el primer ministro Trudeau había invocado poderes de emergencia para ponerle fin a la obstrucción de calles y puentes por parte de los manifestantes.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.


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