"Las historias de la redada se repiten en mis pesadillas": los que auxilian a los migrantes también reviven sus traumas

FOREST, Mississippi.- En las misas del padre Roberto Mena faltan la mitad de los feligreses. “Tengo la mitad de los lectores, la mitad de los coros, la mitad de la directiva. Muchos de los líderes de nuestra parroquia fueron afectados directamente por las redadas”, lamentó el párroco en el sermón del pasado jueves.
Hace dos semanas, el 7 de agosto, ICE detuvo a 680 inmigrantes durante el allanamiento conjunto de siete procesadoras de pollo de Mississippi, propiedad de cinco compañías. Más de la mitad de los detenidos y sus hijos, padres y parejas son de Morton y Forest, los dos pueblos que atiende el padre Mena.
Es la redada de migración más grande que se ha ejecutado en un solo estado y en un solo día hasta ahora, y las autoridades lo celebran como un éxito. Pero los pueblos donde estuvo ICE se sienten como arrasados por un tornado: en todos quedaron casas abandonadas, calles vacías, familias en quiebra. el pánico de que puede volver a ocurrir en cualquier momento.
“Las historias que he escuchado estos días a veces se me repiten en las pesadillas de la noche, todo lo que he escuchado, el sufrimiento y el dolor del pueblo. Son historias difíciles y tristes. Ha pasado una semana pero para mí ha sido como un día por todo lo que he experimentado con mi gente”, confiesa el cura en su sermón.
Muchos de los arrestados fueron liberados la misma noche del operativo con grilletes electrónicos en sus tobillos y aún están shock, les cuesta articular palabras. Mientras, más de dos centenares de personas siguen detenidas en centros de Louisiana, sin haber visto a un juez de inmigración y en muchos casos, tampoco a un abogado. Los niños no comen, los padres no duermen.
Como otros templos del área, la iglesia del padre Mena se convirtió en un centro de ayuda para las familias afectadas. Allí vinieron a atenderlos abogados y psicólogos de varios estados: de Arizona, de Louisiana, de Georgia. Y aunque la mayoría de ellos tiene años de experiencia lidiando con redadas en el país, lo que ocurre esta vez en Mississippi les ha golpeado como ningún otro evento.
“Todos los que ayudamos a los demás estamos viviendo ese estrés en estos días: le está pasando a los abogados, a todos los que están ayudando como voluntarios. Todo eso les está afectando también personalmente”, ite el padre. “Por mi propia salud mental, cuando llego a mi casa tengo que descansar, hacer mi meditación, pensar en otras cosas, llamar a otras personas”.
“Solo salen al trabajo y a la misa”
Mena lleva año y medio como párroco de Morton y Forest, y es guatemalteco, como el 80% de latinos que han emigrado a esta zona de Mississippi. Los primeros hispanos comenzaron a llegar aquí en la década de 1960: las polleras los trajeron de México y de Guatemala y los contrataron directamente para trabajar en sus plantas. Al principio la mayoría eran mexicanos, que se fueron moviendo a mejores trabajos en Jackson, la capital.
En los últimos 15 años años han estado llegando más guatemaltecos, sobre todo de los departamentos de San Marcos y Huehuetenango, fronterizos con México.
“Prácticamente se ven forzados a venir”, dice el padre. Los echa la sequía, el desempleo y la violencia del narcotráfico. Las cosechas de maíz, frijol y café no se dan, los trabajos temporales que había en la costa de Guatemala desaparecieron, y en sus pueblos cobran renta los mismos grupos de narcotraficantes de México. Y en Mississippi había empleo y muchos tenían familia.
Es una comunidad establecida desde hace cuatro generaciones, con familias de estatus legal mixto que corren el riesgo de ser separadas por las deportaciones y el miedo entre ellos se ha venido cocinando desde hace semanas.
“Cuando el presidente Donald Trump habló de que iban a empezar a haber redadas masivas, la gente como que se preparó psicológicamente con que eso iba a pasar. Hubo personas a las que les entró miedo y tuvimos menos gente en las misas durante ese fin de semana, tanto aquí en Forest como en Morton”, recuerda Mena.
Ahora que Migración ya llegó al pueblo, el temor se multiplica: “Salen menos de su casa. El número de carros que se miran en la calle de gente hispana ha disminuido. Nada más van de la casa al trabajo, del trabajo a la casa. No salen a ningún otro lugar. Solamente los domingos para ir a la misa nada más", cuenta el padre y se dice a sí mismo: "Dios me envió a esta comunidad para acompañar a mis hermanos guatemaltecos en esta situación”.
El trauma de las redadas
La doctora Ángeles Maldonado viajó desde Arizona a la iglesia del padre Mena para dar apoyo a las familias tocadas por las redadas. Ella es educadora y desde hace 17 años estudia los efectos de este tipo de operativos entre quienes los han sufrido, especialmente bajo el mandato del sheriff Joe Arpaio en su estado. Una de las razones por las que escogió esa línea de investigación es su propia experiencia familiar.
“Yo vine a Estados Unidos a los ocho años y una vez vi cómo a mi papá se lo llevaban detenido. Esa experiencia marcó mis intereses por el resto de mi vida”, recuerda Maldonado.
“Por mucho tiempo me sentí avergonzada de quien yo era y pensé que había algo malo en mí o en mi familia, me sentí avergonzada por lo que me había pasado. Y he vuelto a ver ese miedo en muchos de los niños (en Mississippi). Este tipo de experiencias son ataques a la identidad de los niños”, dice.
Las redadas coincidieron con el primer día de clases. Cientos de niños no encontraron a sus padres al volver a casa y algunos no han querido regresar a la escuela. “¿Cómo te presentas a la escuela para aprender matemáticas o cualquier otra cosa? ¿Cómo comes si no sabes dónde están tus padres? Es realmente muy perturbador”, dice Maldonado.
“No puedo echar el tiempo atrás y volver a cuando era una niña y decirme que todo va a estar bien. Pero sí puedo venir y hablar con otra niña u otro niño pequeño que esté pasando por lo mismo, que tal vez siente un poco de vergüenza por lo que está experimentando, que tal vez culpe a sus padres de alguna manera, y decirle: ‘Siéntete orgulloso de tus padres. Lo que estás pasando es injusto pero no les dejes robarte tus ganas de luchar”.