Los estragos de Michael: “Esto nos daba de comer y se fue en cuestión de horas”
PANAMA CITY, Florida.- “Mi sueño era remodelar la panadería, era el plan, pero ya pasó”, dice llorando Águeda Sánchez entre los escombros de lo que fue su negocio por más de 15 años. La furia del huracán Michael acabó con el local ubicado entre la avenida Beck y la carretera 98 de Panama City.
Sánchez es originaria de Michoacán, México. Llegó a EEUU a los 17 años y hoy tiene 57. A tres días de que la poderosa tormenta tocara tierra en Florida, regresó a la panadería “La Fuente” para salvar los pocos utensilios que todavía funcionan.
El local es ahora un depósito sin puerta de vidrios rotos. El techo se voló, las vitrinas se volcaron y aún pueden verse por todo el suelo los panes y tortas que llenaban los mostradores apenas esta semana.
Sánchez no estaba en la ciudad durante el huracán. Decidieron huir a Montgomery, Alabama por las advertencias de las autoridades. “Nunca pensamos que esto pasaría. Yo lo veían en televisión y hasta que no te pasa...”, dice con lágrimas. “Es que son años, el esfuerzo de 15 años, 15 años”, repite.
La pérdida del negocio no sólo supone el sustento principal de esta familia, sino el único. Su esposo, Arturo Sánchez, también trabajaba en la panadería; y su hijo Víctor Rocha, era el encargado de hacer las entregas. Además, enviaban mensualmente dinero a los familiares que todavía están en México, entre ellos, las dos hijas de Arturo, que son estudiantes universitarias.
“No teníamos otra entrada, y se nos fue en cuestión de horas”, cuenta la mexicana aún incrédula.
No era una broma
Aún en Alabama, un amigo de su hijo lo llamó para decirle que la panadería “ya no estaba”, que el huracán Michael se la había llevado. “Yo pensé que era broma”, recuerda Sánchez, quien dice que ya ha perdido noción del tiempo desde que eso sucedió.
“Cuando llegamos, vimos que era cierto, sí pasó. Mi esposo y yo nos pusimos a llorar”.
Los Sánchez calculan que las pérdidas pueden rondar los 150,000 dólares. Desde el lugar hacen un recuento de lo que costó cada cosa: las batidoras, las mesas, las vitrinas, los hornos, la máquina de hacer tortillas, las neveras y una televisión. “Esa máquina de tortillas la mandamos a traer desde México y costó como 30,000 dólares”, dice Arturo Sánchez.
“Esto parecía un simple negocito, pero había mucho invertido, porque todo es caro”, explica la madre de tres hijos.
Nostálgica, Sánchez recuerda cómo empezó su emprendimiento hace 15 años. “Vendí una casita que tenía en Fort Pierce, para poder asociarme con mi hermana, su sueño fue montar esta panadería”. Años más tarde, y gracias al éxito del negocio, Sánchez pudo comprarle la parte de su hermana y se quedó como única propietaria de la empresa.
Con los años, La Fuente se convirtió en un local de referencia en la zona, según cuentan sus dueños. Recuerdan que los tamales eran el producto favorito de sus clientes. “Venía gente de todos lados. Mucho americano que se los llevaban a otras partes. Venía clientela de Kentucky, Alabama, Tennessee, una clientela de años. Hasta de Texas”, dice cabizbaja.
Ahora todo se acabó. “Es algo que no le deseo a nadie, perder todo en cuestión de horas”.
Reconoce que tiene seguro para su negocio, pero no se fía de las compañías. “En lugar de ayudar se aprovechan, nos quieren dar lo menos que se pueda, cuando uno dio muchísimo”, dice Águeda Sánchez.
El consuelo de esta familia es que su casa quedó intacta, a pesar de que en su vecindario, algunas viviendas acabaron destruidas o aplastadas por enormes árboles. “Tenemos la imagen de la virgen de Guadalupe afuera de nuestra casa, y allí estaba entera. Cuando llegamos empezamos a llorar de emoción”, dice.
Una inversión irrecuperable
El caso de los Sánchez no es uno aislado. Miles de personas en Panama City regresaron después de la tormenta para encontrar sus negocios hechos pedazos. Roberto Hernández, es uno de ellos, y además es vecino del local de “La Fuente”.
Hernández nació en Detroit, de padres puertorriqueños, pero lleva casi toda su vida establecido en Florida. Desde hace 40 años tiene una imprenta, un negocio que servía de sostén para toda la familia.
“Todavía estoy en shock”, dice mientras entra y sale de lo que quedó del local, intentando salvar algunas cosas. El techo se vino abajo y algunas láminas volaron, los estantes y muebles quedaron volcados, y cientos de papeles y pedazos de vidrio son ahora el suelo del lugar.
Hernández calcula sus pérdidas en 800,000 dólares. Y desde ya cree que volver a levantar el negocio es imposible. “No hay dinero, no creo que pueda abrir de nuevo”. Dice que la inversión en una imprenta, toma años por el alto costo de las máquinas que utilizan.
Recientemente había comprado una impresora de 21,000 dólares, indica.
El huracán Michael también se llevó el sueño de Hernández. “Quería que mi hijo heredara el negocio, él trabajaba conmigo y mi sueño era dejárselo. La imprenta era un negocio familiar”.
En las buenas épocas llegaron a tener ocho empleados, pero la recesión del 2008 los obligó a despedir a todo el personal y se quedó trabajando sólo la familia: su esposa y su hijo.
Volver a levantarse
Para Roberto Hernández el panorama es menos alentador porque su empresa no estaba asegurada. “No había dinero para eso. Lo poco que me dejaron mis padres cuando murieron decidí invertirlo aquí en la imprenta”, cuenta.
De todas maneras, su esposa está intentando hacer gestiones para solicitar ayuda federal o local.
“Somos muy bien conocidos aquí en Panama City”, cuenta. Por lo que, asegura, la gente de la comunidad los ayudará a salir adelante. “No sólo nos conocen, también nos aprecian”, indicó, y aseguró que algunos ya se han puesto en o con ellos para mostrarle solidaridad.
Por suerte, la casa de Hernández, apenas a pocas cuadras de allí, quedó intacta. Pero sus vecinos no pueden decir lo mismo. Él agradece que al menos no tiene que preocuparse por su vivienda.
Tanto los Sánchez como los Hernández saben que se quedaron sin la fuente de ingreso de ellos y sus familias, pero ante la magnitud de los destrozos y lo que han visto a su alrededor, dicen que están agradecidos de estar vivos.
“Si no podemos abrir otra panadería habrá que ponerse a trabajar. Si hay que levantar árboles, ¡a levantar árboles! Lo que sea, porque hay que comer”, dice Águeda Sánchez convencida. Y sabe que, por ahora, el sueño de la remodelación está en pausa.
Ana, la hija menor de Águeda Sánchez, abrió una cuenta de GoFundMe para levantar fondos que ayuden a su familia a levantarse y emprender de nuevo en su negocio. Para colaborar, haga click aquí.