Tras 5 meses en libertad: "La primera semana yo quería devolverme a prisión"
“La primera semana que salí de prisión, yo quería regresar, no me sentía cómoda en mi habitación… dos semanas después, ya me sentía un poco mejor para hablar con la gente”. A Glennis Quiñones le gusta que la llamen ‘Chacha’, como le puso su abuela, y quienes trabajan con ella ni siquiera recuerdan -o no saben- cómo es su verdadero nombre.
Salió del Correccional de Homestead, en Florida, el jueves el 20 de junio de 2019 en la mañana, luego de seis años encarcelada.
Lissette López, su hija mayor de 25 años, la esperaba en la acera de enfrente. Ella corrió a abrazarla. Fue como se lo imaginaba y agradeció no tener que esperar muchas horas adentro, desde que fue notificada de su salida hasta que por fin atravesó la puerta. “Yo lloré, emocionada. Mi hija es más fuerte”, recuerda.
“Cuando yo estaba en la prisión no pensaba en acá afuera, te digo la verdad, porque yo sabía que no iba a volver con mi familia, yo sabía que iba a venir a esta casa… aunque yo no sabía cómo iba a ser...”.
Ahora han transcurrido más de cuatro meses de ese día. Está sentada en un mueble amplio en la sala de su nueva vivienda, auspiciada por la organización Leap for Ladies, que se encarga de ofrecer un programa de capacitación a mujeres que estuvieron en prisión, trabajo inmediato y una renta a bajo precio en ese lugar, ubicado en el corazón de Miami.
Dos días después de dejar la prisión, Chacha Quiñones empezó a trabajar en la tienda de objetos de segunda mano Dragon Fly, en la Calle Ocho de Miami.
Las primeras horas
El día que salió la acompañaba Lissette y una persona de la organización Leap. Fueron a la biblioteca para obtener un carnet y así poder sacar libros. Su hija le dio 100 dólares (le correspondían 50 dólares por parte del Estado) y volvió a su casa en el norte de Florida, a cuatro horas de Miami.
Ese día estuvo al borde de un ataque de pánico, cuando intentó cumplir una tarea que para otros resulta rutinaria: ir al supermercado. Entró a un establecimiento de la cadena de abastecimiento Winn Dixie y notó que le faltaba la respiración. “Aquello fue abrumador. En la cárcel tú ves pocos productos, todo limitado, pocas marcas… cuando vi aquello sentí que no podía, no podía. Les dije a mis acompañantes: compren ustedes, yo me tengo que salir de aquí’”.
Al día siguiente fue a “probatoria”, uno de los pasos que tienen que cumplir durante las primeras 72 horas cuando hombres y mujeres salen en libertad. Y un día después, empezó a trabajar en la tienda. Era sábado, el día de mayor clientela.
Ella se escondió, bajó la cabeza y pensó que no podía, cuenta. “Poco a poco me fui acostumbrando a la gente”.
Extrañaba su cama en prisión, “a mis amigas, mis compañeras, todo. Aquí estaba tan sola, no me acostumbraba”, recuerda. “Aquí, afuera” todo le resulta cuesta arriba; tanto, que cuando se encuentra haciendo tanto énfasis se recuerda a sí misma “pero adentro es peor”. Así que está decidida a no reincidir, como lo hizo tantas veces.
La reincidencia
Nacida en California, en agosto de 1977, de familia puertorriqueña, Chacha Quiñones está comenzando una nueva vida a sus 42 años de edad. Los últimos 10 años ha estado entrando y saliendo de prisión “por diferentes cargos”.
No es algo de lo que le guste hablar ni ofrecer detalles. Prefiere hablar en inglés que en español y el tema de su pasado reciente le atrapa las palabras. Luego de seis conversaciones, ella explica finalmente que hay varias fechas en su registro penal.
“Los cargos empezaron en 2009, luego salí en probatoria y volví a entrar. Salí. Volví… y siguió así hasta 2011. Desde 2011 yo estaba en la cárcel del condado y al final decidieron mandarme a prisión por dos año y medio. Salí por cinco meses… luego salí por tres meses y otra vez”.
Delitos menores y violaciones a las condiciones impuestas en su libertad condicionada, según revelan registros públicos de Florida. Además, ella agrega que de haber tenido quien la fuera a buscar y pagar la fianza, "no habría tenido que quedarme en prisión. Pero no tenía quien hiciera eso por mí".
En 2013, el juez le impuso una pena mayor por un nuevo delito. Actualmente está bajo supervisión en la comunidad y debe presentarse con frecuencia a la oficina de "probatoria". Cualquier paso en falso la devuelve a donde dice que ya no quiere estar más.
Más de 77% de las mujeres que han estado en centros penitenciarios de Estados Unidos reinciden al menos una vez durante los siguientes 9 años de su liberación. Para los hombres es 82%.
El caso de Chacha Quiñones es un retrato de lo que arrojan los estudios: las primeras 72 horas son clave para la reincidencia o no de una persona y el primer año es el más duro, en especial para los hispanos, según revelan estos estudios.
Ningún programa de rehabilitación que cursaba en prisión le resultaba bueno. Es particularmente crítica con los que atienden adicciones “ponen a gente que no tiene la experiencia, no saben de lo que están hablando, nunca han consumido drogas, por ejemplo”.
Parte de las tareas con las que se enfrentan hombres y mujeres cuando salen de la prisión es luchar contra el estigma, el recordatorio constante de lo que hicieron. Algunas organizaciones intentan recobrar para ellos su derecho a votar -suspendido en algunos estados-, a borrar su pasado con leyes de olvido y otras iniciativas que permitan limpiar sus nombres y volver a empezar. “Son personas que regresan”, es una de las premisas del grupo que ayuda a Chacha.
"Ella se tiene a sí misma"
Chacha Quiñones tuvo dos hijas: Lissette (25) y sca (19). Aunque nació en California y vivió en Puerto Rico, sus primeros cuatro años, creció y crió a sus niñas en Florida, con la ayuda de los abuelos maternos con los que siempre estuvo. “Ellas son mi vida” y es el único nexo familiar al que se mantiene unida en esta etapa de reinicio.
Su padre está en prisión y su madre tiene problemas fuertes de adicción a drogas. Sus hermanos están lejos, física y sentimentalmente. Se acaba de separar de una pareja y sus dos mejores amigas están en la cárcel, y por las condiciones de la libertad supervisada, no puede visitarlas ni acercarse (una vez que ellas salgan). Violar esa y otras normas puede devolverla a prisión.
Lissette López cuenta: “mi mamá es una luchadora. Ella de verdad no tiene a nadie ahora, se tiene a ella misma. Tiene que ponerse pilas porque está sola resolviendo sus cosas. Pero yo de verdad veo que en estos años cogió capacidad. Ella es una mujer bien fuerte. La quiero mucho”.
Cuando se abrazaron en Homestead el 20 de junio pasado, madre e hija tenían dos años sin verse “se me hacía difícil manejar cuatro horas hasta allá para visitarla, yo trabajo y voy a la escuela full-time… pero esto de verla libre es para mí ¿cómo se dice?, como aire fresco, como un respiro”.
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Chacha Quiñones tiene muchas deudas. Se agarra la cabeza cuando lo dice y hasta le cambia el gesto. Tiene que pagar una deuda a la Corte por 7,000 dólares, “además de otra cuenta que me va a permitir poder solicitar una licencia de conducir, que son 8,000 dólares. Son pagos que hago por separado y por partes (122 dólares en uno y 62 en otro). Pasaré años pagando eso. Además del alquiler (500 dólares), los servicios... todo lo que es vivir”.
Sin embargo, tiene la ambición de poder pagarse un lugar para vivir sola en el futuro cercano (ahora comparte habitación con Victoria, otra chica del programa de Leap). Está estudiando y presentando exámenes para nivelar la secundaria.
Recibe apoyo emocional de parte de uno de los mentores de Leap, que atiende el aspecto psicológico y motivacional. En su día libre se puede estar haciendo chequeos médicos, atendiendo una clase gratis de orfebrería o simplemente dando vueltas en una tienda.
Le gustaría ser peluquera y volver a la cárcel solo para una cosa: ser mentora del mismo programa que la está ayudando ahora, en esta segunda oportunidad.
- ¿Esta vez sí es definitivo que te quedas en libertad?, le preguntamos.
- Claro. “I learned!” (aprendí).
(*)
Este trabajo forma parte del proyecto 'Segunda oportunidad', gracias a la Chan Zuckerberg Initiative.
Coordinación: Tamoa Calzadilla y Olivia Liendo.
Asistencia en la investigación y producción: Ana María Carrano, Alexandra Barrera, Albany Urbaez Tahuil y Carolina Rosas.
Fotografía y composiciones fotográficas: David Maris.
Producción general: Emilce Elgarresta y Stephen P. Keppel.
Redes sociales: María Carolina Hurtado, María Dayana Patiño y Liliana Castaño.