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Ejecuciones

El por qué de la nueva crisis en Medio Oriente

Las diferencias entre sunitas y chiítas se han radicalizado tras la ejecución de un líder religioso
5 Ene 2016 – 05:32 PM EST
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Rodeado por policías, un clérigo musulmán habla a la multitud durante una manifestación en protesta por la ejecución del clérigo saudí chií Sheikh Nimr al-Nimr, cuya imagen aparece en un póster atrás, frente a la embajada saudí en Teherán, Irán, el domingo 3 de enero de 2016. (Foto AP/Vahid Salemi) Crédito: The Associated Press

La ejecución del conocido clérigo chiíta Nimr Baqir al Nimr, una de las voces más críticas de la dinastía saudita, ha detonado una nueva crisis en Medio Oriente. Sus seguidores en Irán aseguraron que su muerte "costará muy cara a Arabia Saudita" y que, de seguro, vendrá una "venganza divina".

En vida, al Nimr rechazó abiertamente la discriminación histórica de la comunidad chiíta en 2011, en medio de las protestas de la Primavera Árabe (2010-2013); buscó la libertad religiosa, la dignidad, las reformas en su comunidad. Por eso, junto con otros 46 reos, fue acusado de terrorismo por Arabia Saudita, de mayoría sunita, y ejecutado el pasado 2 de enero.

Este hecho ha reavivado las grandes diferencias entre musulmanes chiítas y sunitas. En Teherán, los manifestantes enfurecidos por la ejecución del sábado quemaron la embajada saudí. Como respuesta, Arabia Saudita rompió relaciones con Irán y dio 48 horas a sus diplomáticos para abandonar el país.

Al reino saudita se unieron con decisiones similares Sudán, Kuwait y Bahrein.

Esta es considerada la peor crisis entre ambas naciones en más de 30 años de pugnas.

Pero siendo musulmanes ¿qué separa a los chiítas de los sunitas? ¿Quién es quién en esta lucha?


Una cadena de conflictos

Todo parte del año 632 después de Cristo. La muerte del profeta Mahoma abrió la discusión sobre quién sucedería el gobierno del califato islámico.

Por un lado, los chiítas reclamaban el derecho de que Ali, primo y yerno del profeta, liderara a los musulmanes. Pero Ali murió asesinado en medio de la violencia que imperó en su período y a sus hijos Hassan y Hussein se les negó el derecho a sucederlo. Se cree que el primero fue envenenado; del segundo se dice que murió con varios de su familia en la batalla.


Los chiítas -con mayoría de seguidores en Irán- creen en líderes espirituales (imanes) como intermediarios de la adoración de los creyentes a Alá y, constantemente, interpretan los textos del Islam.

Por otro lado, los sunitas, que cuentan con una mayoría de casi 90% entre los musulmanes, pertenecen a la rama más ortodoxa y tradicional. Veneran a Mahoma como el único profeta y ven a sus sucesores como liderazgos temporales.

La mayoría de sus seguidores se han extendido por Arabia Saudita, pero también por Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania, y en menor proporción por Siria, Omán y Yemén. Sus maestros y líderes están controlados por el estado.

Cuando hay chiítas en esos países dominados por los sunitas, generalmente se ubican en los estratos más pobres de la sociedad.

Sin embargo, sus diferencias han acumulado guerras, enfrentamientos, atentados a mezquitas y muertos de lado y lado.

En Siria, por ejemplo, cada facción se ubicó en un terreno de la guerra civil que comenzó en 2011 y que ya ha dejado 250,000 muertos, según Naciones Unidas.

Irán y los chiítas son aliados históricos del gobernante sirio Bashar al Asad y de Rusia. Han apoyado con armas, militares y dinero. Al Asad termina siendo para ellos una figura clave que les permitirá detener la influencia de sus rivales sunitas en Arabia Saudita.

Por su parte, Arabia Saudita, la potencia sunita, apoya a la oposición armada en Siria, firme en su determinación de que Al Asad abandone el gobierno.

Si algún punto pueden tener en común en esta guerra los históricos rivales, es que ambos rechazan la expansión del grupo terrorista Estado Islámico, a pesar de que se dice que unos 2,500 hombres sauditas se han incorporado a las filas de los yihadistas.

Sin embargo, el último ime entre ambas naciones por la muerte del clérigo chiíta ha generado temores sobre cómo podría afectar los frágiles esfuerzos de la comunidad internacional para poner fin a la guerra en Siria.

También reaviva dudas sobre la posibilidad de que el precio del petróleo se dispare tras este nuevo conflicto entre los dos grandes productores petroleros.


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