La controversial opción para resolver el ausentismo escolar: pagar a los jóvenes por ir a la escuela

Cuando leí que mi antigua secundaria en Harrisburg, Pennsylvania, suspendió la mitad de su población estudiantil por ausencias excesivas —definidas como aproximadamente una semana de ausencias injustificadas durante el último trimestre— lo primero que pensé fue “¿sólo a la mitad?”.
El ausentismo escolar era un enorme problema cuando yo era estudiante a mitad de la década de 1990. No ir a las clases era posiblemente una clase en sí, y una que muchos de mis compañeros dominaban (no voy a hacer ningún comentario sobre si yo era parte del problema).
Pero, para ser sincero, no estoy tomando el ausentismo a la ligera. Es un problema grave, en aquellos momentos y ahora. Solidarizo con la nueva directora de la escuela Harrisburg High, Lisa Love, cuyas acciones han acaparado titulares internacionales. Los problemas que ella heredó van más allá de la asistencia, las bajas calificaciones y las bajas tasas de graduación. Ella no puede lidiar con ninguno de esos problemas cuando los estudiantes no asisten a la escuela. Love le dijo a la prensa local que tomó la medida "radical" de suspender a más de 500 estudiantes para enviar un mensaje a los padres y a la comunidad, y la superintendente del distrito respaldó la suspensión masiva. "Para que podamos obtener resultados diferentes, tenemos que hacer algo diferente", le dijo la superintendente Sybil Knight-Burney a PennLive.com.
El problema: suspender a los alumnos que no van a la escuela no es 'diferente'. Eso es lo que se hacía cuando yo estudiaba allí. Bajo riesgo de afirmar lo obvio aquí, la suspensión no es una sanción para quienes ya se están suspendiendo voluntariamente a sí mismos. La suspensión es mejor que penalizar el ausentismo escolar, pero no necesariamente inspirará a los alumnos a comenzar a ir a las aulas. Para ese tipo de inspiración —e inspiración es realmente lo que se necesita aquí— los educadores tendrán que idear algo más creativo y competitivo.
La solución que propongo es controversial: tenemos que pagarles a los estudiantes de secundaria para que vayan a la escuela. No me refiero a una miserable mesada semanal o mensual o a una tarjeta de regalo de para un local de videojuegos. Estoy hablando de un depósito de entre 50 y 100 dólares, cada día escolar. Eso no es por estar en el cuadro de honor. Es sólo por llegar a la escuela por la mañana y quedarse hasta el final del día. Así es, compensarlos sólo por asistir. Pensemos en el Ingreso Básico Universal, pero para los alumnos.
Ésta es mi propia propuesta no solicitada. Prometo que mi hijo de 8º grado no me impulsó a esto (aunque lo apoya con entusiasmo). Pero, a pesar de lo loco que suena, estoy bastante convencido de que ésta es la única solución para mantener a tantos alumnos como sea posible en la escuela, asegurando la graduación oportuna e interrumpiendo el flujo de la escuela a la prisión. Considero esta solución aplicable exclusivamente para estudiantes de secundaria pública. Y antes de que usted publique su réplica —porque estoy seguro de que habrá muchas— escuche mi argumento de cinco puntos:
1. Pagarles a los alumnos les da un incentivo financiero para conseguir la asistencia perfecta
Ya sé lo que usted va a decir. "¡Lo que reciben por ir a la escuela es educación! ¡Eso debe ser motivación suficiente!".
Sí, pero no lo es. Es por eso que hemos estado hablando acerca de este problema durante décadas y no avanzamos. Otros insisten en que pagarles a los alumnos para hacer lo que deberían estar haciendo estropeará su ética de trabajo, excepto que pagarles a las personas para que hagan lo que deben hacer es lo que ya sucede en el mundo real. Se le conoce como ir a trabajar.
Los adolescentes son los únicos en el planeta a quienes les pedimos que vayan a lugares a donde no quieren ir, que hagan trabajos que no quieren hacer, a partir de una hora en la que se supone que deben estar durmiendo. Y no sólo les exigimos hacerlo de gratis, sino que les exigimos que les guste.
Esto no los está preparando para el mundo real. Esto más bien los prepara para la prisión. Ése es el único otro lugar en Estados Unidos en donde las personas son retenidas contra su voluntad para que realicen trabajos no remunerados.
2. Pagarles a los alumnos les permitirá a las escuelas competir con el mercado de no ir a la escuela
Lo que suele pasarse por alto en las discusiones sobre el ausentismo es el hecho de que hay un mercado muy grande de no ir a la escuela. Si usted quiere, puede contar la historia de cómo iba a la escuela cada día cuando era niño porque era un honor. Pero usted y yo sabemos la verdad: usted iba a la escuela cada día porque ¿dónde más iba a ir? ¿A la iglesia? ¿A la tienda de la esquina? ¿A ese parque infantil con dos columpios y media resbaladilla? Usted iba a la escuela cada día porque no tenía otra opción.
Los niños de hoy tienen opciones, especialmente cuando los padres están trabajando dos o tres trabajos y no pueden estar en casa para controlarlos. En primer lugar, pueden trabajar legalmente. Para muchas familias de bajos ingresos ésa es la única opción. Lo que es peor aún, los muchachos tienen la opción de ir a la esquina y traficar drogas, lo cual es una perspectiva mucho más lucrativa que la clase de matemáticas. La mayoría de las ciudades estarían dispuestas a pagar para que las escuelas sacaran a esos adolescentes de las calles para que no queden atrapados en el sistema de justicia penal más tarde.
Por no mencionar la miríada de oportunidades empresariales que se ofrecen a través de Internet, que no existían en décadas anteriores, incentivando aún más a los adolescentes a hacer como el fundador de Facebook y abandonar la escuela sin graduarse. Un chico con un ordenador portátil puede obtener efectivo de YouTube, Snapchat, eBay y todo tipo de sitios y aplicaciones. Hasta se puede hacer un montón de dinero jugando videojuegos y hablando de eso, estilo Pewdie Pie. Algún adolescente innovador podría utilizar su tiempo libre fuera de la escuela mientras esté suspendido para hacer una mixtape en línea que se vuelva viral y lo convierta en una estrella del rap. Ah, y se me olvidaba: Chance the Rapper ya hizo eso.
En otras palabras: el mercado de no ir a la escuela está en alza y las escuelas están compitiendo con él, lo reconozcan o no.
3. Los estudiantes asalariados tendrán un incentivo financiero para cumplir y portarse bien
Al igual que en el mundo del trabajo de los adultos, darles un salario a los adolescentes solucionará muchísimos problemas de comportamiento. Los alumnos no querrán ser suspendidos si eso implica que se le descontarán pagos. Aumentar el salario base con bonos diarios de desempeño —digamos, un extra de 1 a 5 dólares por lograr microobjetivos diarios como hacer preguntas en clase y hacer tareas extras— podría persuadir aún más a los alumnos de que deben rendir todo los posible en las clases (este tipo de recompensa por ‘misiones secundarias’ también permitiría que la experiencia en el aula se pareciera más a las actividades más estimulantes, como los videojuegos).
4. Menos padres se sentirán presionados a poner a sus hijos en una escuela privada o chárter.
Es primordial que el estipendio diario se aplique a las secundarias públicas exclusivamente. En primer lugar, éstas son las escuelas que suelen tener a adolescentes de familias en la parte inferior del espectro económico. Aunque, con este tipo de incitación financiera, más familias de todos los niveles de ingreso considerarían la posibilidad de poner o mantener a sus hijos en escuelas públicas, especialmente si los estipendios producen el tipo de resultados académicos y conductuales previstos anteriormente.
Y, para que quede claro, no creo que deba haber un estipendio disponible para los hijos de las familias de todos los tramos fiscales. Probablemente tendría que haber un límite de ingresos del hogar en las familias que están en condiciones de participar en el programa, con una cláusula de autoexclusión para las familias de clase media (quizás un 80% del ingreso promedio en el área) que no necesitan que sus hijos acepten el estipendio, pero que podrían beneficiarse de ello. De esta manera, sabremos que las familias recurrentes con altos ingresos —ésas que normalmente escaparían hacia escuelas privads/chárter— están allí por los resultados educativos, no por el dinero.
5. Los niños de kindergarten hasta el 8º grado tendrán algo que esperar con entusiasmo
Sabemos que muchos de los estudiantes que vienen de los grados inferiores están esperando la secundaria más por razones relacionadas con la pubertad que académicas. Pero empecemos sembrando en sus mentes apenas en el tercer grado que pueden llegar a recibir un salario una vez que lleguen a los grados superiores: aquí podrán desarrollar hábitos de estudio, aprender a organizarse y sacar todas las tonterías de su sistema. Ellos entienden que una vez que llegue el noveno grado, obtener buenas calificaciones y una asistencia perfecta es algo serio.
Obviamente, hay algunas preguntas importantes sobre la aplicación que se necesitan abordar: ¿Cuánto va a costar? ¿Quién va a pagar por todo esto?
Tomemos Harrisburg, por ejemplo. Si se le pagara a cada uno de los 1,100 alumnos de esa secundaria 100 dólares por día, tendría un costo de casi 20 millones de dólares sólo para una escuela. (el actual presupuesto anual del distrito es de 143 millones de dólares). Pagarles esa cantidad a 15 millones de estudiantes matriculados en los bachilleratos públicos en todo Estados Unidos, vendría siendo aproximadamente (respire hondo) 270,000 millones de dólares. Estados Unidos actualmente gasta aproximadamente 100,000 millones de dólares en educación, en comparación con los 609,000 millones de dólares en defensa.
Es una carga pesada, sin dudas. Se necesitarían importantes subvenciones no sólo del gobierno federal, sino también del sector privado. Los bancos y Wall Street serían los socios naturales que pagarían esta cuenta. Los estipendios de los estudiantes no sería dádivas en efectivo. En su lugar, deberían ser un depósito directo en una cuenta de cheques o ahorros en un banco que la familia escoja.
Los bancos participantes no sólo deberían igualar los fondos públicos invertidos en este programa, sino establecer cursos de banca en las secundarias para enseñar educación financiera. Algunos alumnos gastarán su dinero en un nuevo par de zapatos cada semana; otros ahorrarán e invertirán al menos una parte de sus ingresos y la utilizarán para la universidad. Impartir estos cursos de banca sería útil para determinar cómo los alumnos utilizan su dinero. Y, por supuesto, la política de una proposición semejante podría convertirse en su propio circo. Si los conservadores se apresuran a descartar la idea, llamémosles a los estipendios ‘cheques escolares’.
Conceptualmente, ya estamos en esa situación. Ya se han probado versiones de este programa de estipendios, a una escala más modesta. En Boston, a los estudiantes de secundarias se les dio la una enorme cantidad de 25 dólares por semestre por asistencia perfecta. Memphis tiene un programa progresivo que ofrece todo tipo de gratificaciones financieras, que van desde 40 hasta 150 dólares por mes, por sacar buenas calificaciones y tener buena asistencia. Cincinnati y Camden, Nueva Jersey, también comenzaron programas como éste; al igual que Francia y Suecia. Claro, en ninguno de éstos lugares se dio más de 150 a 200 dólares mensuales. Sin embargo, me temo que eso podría no ser suficiente en el clima económico actual para competir con el mercado de abandonar la escuela.
Para aquellos que insisten en aferrarse a sus historias sobre cómo debían caminar 22.3 millas hasta la escuela, a través de la nieve y era un honor, esas personas están mintiendo. Odiaban ir a la escuela tanto como los muchachos de hoy. De todos modos, la mitad de ustedes, padres, probablemente les pagan a sus hijos por ir a la escuela, de una u otra forma. Dejen de pagar doble impuesto.
Y algún día, los muchachos del futuro se quejarán del insignificante estipendio de 1,000 dólares por día que reciben mientras sus abuelos les explican cómo solían ir a la escuela de gratis. El aspecto de sus rostros será divertidísimo.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.