En Copenhague, viajar en bicicleta va perdiendo poco a poco la popularidad

Si bien Copenhague goza de una merecida reputación ciclística, las cosas han cambiado en los últimos tres años: los viajes en bici por carreteras y carriles han decaído. Desde 2014, la cantidad de trayectos cotidianos hechos en bicicleta ha disminuido en 4 puntos porcentuales, de un 45%, en 2014, a un 41% en 2017. Hoy, el 24% del conjunto de los viajes en la capital se hace en bici, lo que representa un incremento de apenas un 0.2% desde 2012.
La mayoría de las ciudades harían lo que fuera por tener estadísticas como estas. Aunque haciendo una retrospectiva de 10 años, uno se percata de que – en sentido general– la práctica de viajar en bicicleta ha crecido. Sin embargo, el rápido incremento parece ser una cosa del pasado, f renando las ambiciones danesas de que la mitad de los viajes se realizaran pedaleando para 2025.
Pero, ¿qué está fallando exactamente en una ciudad que se jacta de sus avances en esta área? ¿Y por qué son los viajes cotidianos los que se resienten especialmente?
Para explicar la caída de los índices hay que comprender por qué alguna vez estos indicadores subieron. La actual cuota de trabajadores de Copenhague que van y vienen de sus oficinas en bicicleta –41%– es todavía mayor de lo que era en 2013, cuando se ubicaba en un 36%. Ahora, si el rendimiento actual parece ser algo promedio, sucede tras un período de increíble, envidiable crecimiento ciclístico por todos lados. Buena parte de ese auge puede atribuirse a la inversión hecha para mejorar la infraestructura vial para bicicletas. Copenhague ha construido algunas de las mejores carriles para bicicletas, poniendo una especial atención que la mayoría de las urbes del mundo ya quisieran emplear.
La ciudad escandinava, a su vez, ha transformado calles enteras para hacerlas más acogedoras a sus peatones y ciclistas, y ha introducido innovaciones como semáforos que dan prioridad a las bicis, agilizando sus viajes. Pero existe otra razón distintiva que explica el descenso del automóvil como medio de transporte; una que ayuda a entender por qué se ha estancado el progreso. Por buena parte de la última década, conducir en Copenhague ha sido insufrible. Al menos, lo suficientemente insufrible para persuadir a una parte considerable de los automovilistas a migrar a las bicicletas o al transporte público. Esta presión sobre los automovilistas no fue a raíz de políticas que fuera en contra de ellos. Las razones fueron, más bien, accidentales. Durante un período de intensas construcciones, Copenhague ha demolido varias calles en los últimos años.
Primero que todo, como explica este artículo de Copenhagenize, la ciudad ha ido reemplazando las tuberías de calefacción urbana, un proceso bastante difícil y largo que buscaba un uso más eficiente de la energía. Al mismo tiempo, la ciudad está expandiendo su sistema de metro, el que hoy cuenta con solo dos líneas desde 2007. La urbe planea lanzar una línea circular que conecte con el centro en 2019, de la mano de un nuevo enlace que va de norte a sur en 2023.
Algunos hubieran preferido un más rápido al centro, quizás provisto por un tranvía sobre una superficie nivelada, aunque esta línea circular ayudará en gran medida a optimizar el transporte público de los barrios interiores situados al oeste del centro urbano. Durante las excavaciones, el número de carreteras se ha reducido, y las rutas han sufrido desvíos. Nada alarmante, pero sí lo suficiente para hacer que los automovilistas se pasen de las cuatro a las dos ruedas.
Ahora, el proceso está próximo a concluir. La instalación de la calefacción urbana ya había terminado en 2014, mientras que las construcciones del metro, que todavía crea cuellos de botella en algunos cruces claves, pronto comenzarán a desaparecer en el casco urbano. Cuando los cuellos de botella dejen de existir, no debería sorprender que quizás algunas personas regresen a usar el automóvil para trasladarse.
Este fenómeno deja en claro que, incluso en una ciudad como Copenhague –con un alto grado de planificación y desarrollo urbano– hacer que los residentes migren hacia la práctica de la bicicleta puede suponer un serio desafío. Es probable, por ejemplo, que la cuota de ciclistas caiga cuando abran las nuevas líneas de metro. Pero ello no debe convertirse en motivo de agonía. Usar el metro puede no ayudarte a mejorar tu salud como la bici, pero sigue siendo una forma muy eficiente y sostenible de transporte. El reciente interés de la ciudad por fomentar el ejercicio del pedaleo, pese al estancamiento que se ha notado, revela una verdad importante: generar la infraestructura de pistas para bicicletas adecuadas estimula a las personas a dar el salto.
Pero, si se busca un cambio de paradigma realmente sustancial, hay que hacer que conducir un automóvil se torne más difícil.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.