Científicos descubren pulpos que están construyendo pequeñas aldeas

A pesar de su nombre, Calamardo Tentáculos —el gruñón vecino de Bob Esponja en la conocida caricatura de Nickelodeon— no es un calamar. Es un pulpo (al parecer, el creador Stephen Hillenburg lo nombró Calamardo porque "Pulpardo" sonaba muy raro). En el show, Calamardo vive dentro de una cabeza de moái en el 122 de la calle Concha, junto a la piña de Bob Esponja, en la ciudad submarina de Fondo de Bikini.
Este sarcástico solitario intenta eludir a la implacablemente animada esponja y a su otro vecino, una lerda estrella de mar llamada Patricio, quedándose en casa, bebiendo té y tocando el clarinete.
Hillenburg, como muchos de los seguidores de la serie conocen, solía ser un biólogo marino, y resulta que el gusto de Calamardo por lo doméstico es algo que comparten los pulpos en el mundo real. Hace mucho se conoce que la especie recoge pedazos del fondo del mar para hacer ‘jardines’ o construir su guarida personal. Pero ahora viene la evidencia de que Villa Tentáculo —la comunidad exclusiva para cefalópodos a la que Calamardo se muda brevemente durante la segunda temporada de Bob Esponja— no es sólo una ficción.
En Quartz, Ephrat Livni escribió que los investigadores han identificado una comunidad de 15 pulpos que viven juntos en Jervis Bay, en la costa oriental de Australia. El descubrimiento fue sorprendente porque se pensaba que los de esta especie, el pulpo Sydney u octopus tetricus, eran solitarios. En su lugar, los investigadores los observaron "congregándose, comunicándose, conviviendo e incluso desalojándose unos a otros de sus guaridas" en la cefalociudad, que los científicos llamaron Octlantis (del inglés octopus, es decir, pulpo, mezclado con Atlantis).
Éste es el segundo cónclave de pulpos que se encuentra cerca del extremo oriental de Australia en los últimos años. El primero, Octopolis (o Pulpópolis), fue descubierto en 2009, y fue considerado una anomalía en un primer momento.
Tanto Octlantis como Octopolis yacen sobre afloramientos rocosos en áreas por lo demás planas y sosas del suelo marino. El investigador principal David Scheel de la Alaska Pacific University especula que la topografía podría tener algo que ver con el gusto de los pulpos por el urbanismo. "Las congregaciones como éstas probablemente ocurren cuando la vivienda se limita a hábitats pequeños, y la comida es abundante", le dijo a Quartz (si los alimentos fueran menos abundantes, presumiblemente estarían demasiado ocupados peleando como para vivir juntos durante cualquier periodo de tiempo).
Un plano de Octlantis, una de estas 'ciudades de pulpos' identificadas por los científicos (Universidad de Illinois en Chicago).
Sin embargo, los pulpos no sólo escogieron los mismos afloramientos de aspecto seguro. Una vez allí, construyeron pilas utilizando conchas de vieiras, almejas y otros animales de los que se alimentaban, luego convirtieron los pilas en guaridas, "lo cual hace de estos pulpos verdaderos ingenieros ambientales", como observó otra investigadora, Stephanie Chancellor. Las criaturas eran tan pacientes entre sí como Calamardo lo es con Bob Esponja en un mal día en el Crustáceo Cascarudo, peleándose y persiguiéndose unos a otros en sus madrigueras, un fenómeno que el equipo de investigación aún no entiende.
Los pulpos no son los únicos animales no humanos que se dedican a la arquitectura y a la construcción de 'ciudades'. Una colmena puede contener decenas de miles de abejas, y construyen su estructura —el panal— de cera que las abejas obreras producen, a la cual luego le dan forma de celdas de seis lados para lograr la máxima compacidad y eficiencia laboral. Las diminutas termitas pueden construir montículos de tierra y hongos tan altos como una casa de dos pisos. Y las hormigas de fuego se suben unas sobre otras para construir torres con sus propios cuerpos.
Los pulpos no son parte de un superorganismo, como lo son esos insectos. Son principalmente criaturas solitarias. Pero las complejas interacciones sociales que se requieren para establecer una colonia apoyan la teoría de que son mucho más inteligentes de lo que sospechábamos.
En 2009, los investigadores observaron a los pulpos reticulados recolectar mitades de cáscaras de cocos, trasladarlas, y luego ensamblarlas como armaduras protectoras—esencialmente, utilizándolas como herramientas. En zoológicos y acuarios, los pulpos son famosos por sus escapes: pueden desmontar sus tanques cuando nadie los está mirando. Cada uno de ellos tiene una personalidad diferente y llegan a formarse fuertes opiniones acerca de los seres humanos que conocen. Estas no siempre son buenas: un pulpo en el Acuario de Nueva Inglaterra rociaba con un chorro de agua a la misma voluntaria cada vez que ella lo visitaba.
Lo que hace del pulpo un animal tan extraordinario es su sistema nervioso. La mayoría de sus neuronas están en los tentáculos. Para los seres humanos, es difícil conceptualizar un tipo de inteligencia en el que la cabeza desempeña un papel secundario: ¿cómo sería pensar con los brazos? Investigaciones recientes también sugieren que los pulpos pueden ser capaces de ver con su piel, lo cual les permite mimetizarse cambiando de color para semejarse a otros animales.
Todavía hay mucho que los científicos no saben sobre por qué los pulpos crean estas ciudades en miniatura y qué hacen allí. Pero la idea de una ciudad que puede navegarse utilizando las extremidades y la piel es tentadora y no muy diferente, de hecho, al campo del diseño táctil, que busca "comprometer a la persona en su totalidad y no sólo sus ojos", como ha dicho la proponente Ellen Lupton (un buen ejemplo de diseño táctil es un cruce peatonal multisensorial con pavimento texturizado).
La neurociencia revela que los humanos experimentamos los sitios urbanos tanto a través del movimiento de nuestros cuerpos como de nuestros pensamientos conscientes. Y la arquitectura biomimética le aplica principios del mundo natural probados a lo largo del tiempo a los problemas del diseño humano. Un edificio en Harare, Zimbabwe, emplea un sistema de enfriamiento basado en la ingeniería de un termitero. ¿Por qué no construir alguna vez un edificio o ciudad inspirados por los pulpos?
Hay algo muy claro sobre los pulpos: tienen un fuerte instinto de protección. Su armadura de cáscara de coco y guaridas de piedra son medios para defenderse de los depredadores. A medida que evolucionaban, los pulpos perdieron sus propias conchas, lo cual les permitió a sus cuerpos moverse más, pero también los dejó más expuestos.
Ir por la vida con un cuerpo suave y vulnerable y evadir el peligro utilizando el ingenio: eso es algo que los seres humanos conocemos bien. Después de todo, la seguridad y la defensa propia colectiva son las principales razones por las que nuestra especie decidió superar nuestros recelos de los demás y reunirnos a vivir en las ciudades. Tal vez es por eso que nos fascinan esas maravillosas criaturas de las profundidades del océano que lanzan tinta y construyen ciudades.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.