¿A más luz, más enfermedades?

La contaminación lumínica es conocida por generar todo tipo de problemas. Varias investigaciones revelan cómo esta puede desbalancear los ciclos de sueño y perturbar el ecosistema natural. La novedad es que un grupo de biólogos de la Universidad del Sur de la Florida (USF) señala otra indeseada consecuencia de las luces artificiales: pueden contribuir a la diseminación de enfermedades transmitidas por vectores, como es el caso del virus del Nilo Occidental.
Las aves suelen portar este último, el cual, en determinadas circunstancias, puede pasar a los humanos a través de los mosquitos. Lo usual es que ese período de infección en las aves dure solo un par de días, tiempo durante el cual el sistema inmunológico lucha por reducir la carga viral. Los gorriones, en particular, permanecen infectados cerca de dos días.
Pero cuando Meredith Kernbach, estudiante de postgrado en el Laboratorio Martin de USF, sometió a casi dos docenas de gorriones infectados a una luz suave en la noche –simulando lo que las aves pudieran experimentar en una ciudad–, halló que la mitad de ellos siguió presentando el virus en importantes concentraciones durante dos días más que el resto de la muestra, la cual se había mantenido por noches en la oscuridad.
“Ellos no murieron en mayor proporción o más rápido”, indicó Kernbach, quien hizo público el resultado inicial de su estudio en curso, a inicios de año, durante una sesión de la Sociedad para la Biología Integrada y Comparada, que tuvo lugar en San Francisco. “De modo que estas aves se mantienen con vida tanto como continúen siendo infecciosas para los vectores”. La consecuencia es evidente: esto implica que podría duplicarse la cifra de mosquitos infectados con posibilidades de contagiar a humanos.
En 2017, Estados Unidos reportó al menos 2,000 casos con el virus del Nilo Occidental y no es coincidencia que en estados como California, Utah, y Texas suela brotar en áreas urbanas. Para empezar, los gorriones son esencialmente urbanos. Las ciudades, además, son enormes criaderos de mosquitos, por no decir que la densidad humana multiplica el ritmo de propagación. Si bien la investigación es todavía preliminar, la contaminación lumínica pudiera ser un factor medular, según Kernbach, quien, valiéndose de una serie de mapas, enfatiza en los lugares en que esta contaminación, dentro de Texas, se superpone con las zonas en que se registraron los casos de Nilo Occidental en 2016.
A la izquierda, las áreas que reportaron más casos del virus del Nilo Occidental en Texas. A la derecha, las zonas con más contaminación lumínica (CDC/Lightpollutionmap.info).
Estudios previos sobre aves afirman que la luz artificial puede aumentar la producción de una hormona reguladora del estrés conocida como corticosteroides, haciendo incrementar los niveles de estrés y, de acuerdo con el estudio del Laboratorio Martin, aumentando la concentración del virus del Nilo Occidental en individuos infectados. Kernbach, en cambio, no pudo encontrar niveles más altos de corticosteroides en su muestra, lo que la llevó a pensar que otro factor pudiera estar interviniendo.
“Sostenemos que porque hay luces artificiales en la noche, la regulación de la melatonina pudiera verse afectada”, afirmó, refiriéndose a esa hormona secretada en la noche que ayuda en nuestro sueño. Como pasa en humanos, la luz azul (con longitudes de onda más cortas) suprime la producción de melatonina en las aves, lo que puede debilitar su respuesta inmune a las enfermedades, aunque Kernbach dijo a CityLab que necesitarían investigar más para saber exactamente cómo.
Si bien se trata de un tópico no ampliamente estudiado, otros investigadores ya habían analizado el vínculo entre la contaminación lumínica y las enfermedades transmitidas por vectores. En 2010, dos autores en Brasil comentaron que, en sus niveles más simples, las luces artificiales promovían la diseminación de enfermedades al conjuntar vectores y humanos. Más luces artificiales de noche se traducen en que la gente permanezca más tiempo fuera, lo que se suma al hecho de que los insectos suelen ser atraídos por la luz. (Cabe mencionar que los científicos han venido trabajando en crear bombillas LED personalizables que sean menos atractivas para los insectos).
Pensemos en la mortífera enfermedad de Chagas, provocada por el parásito Tripanosoma cruzi. Comenzando en los ochentas, Brasil llevó a cabo una agresiva e intensa campaña de fumigación insecticida a fin de controlar la enfermedad, la que a la postre resultó ser bastante eficaz. Pero en 2005, el Departamento de Salud del estado de Santa Catarina reportó una epidemia que involucró al menos 12 casos confirmados, pese a que antes no se había reportado caso alguno. Un punto de venta de guarapo era el culpable, según los investigadores:
El estudio de Kernbach tiene, como es lógico, ciertas limitaciones. En primer lugar, se enfocó solo en una especie de ave y en un virus en particular. Además, en su muestra utilizó poblaciones cautivas, por lo que es difícil saber con precisión cómo se daría el fenómeno fuera. “Pero abre las puertas a lo que deberíamos investigar”, y no solo sobre aves, aconsejó. “Es una buena hipótesis, por ejemplo, decir que los roedores también son afectados por el alumbrado urbano, ya que muchos de ellos son noctámbulos”. Los roedores, recordemos, también portan patógenos.
Más adelante, Kernbach espera examinar cómo las luces afectan a los insectos que transmiten enfermedades de un organismo a otro, especialmente los mosquitos Culex, portadores del virus del Nilo Occidental. Pero ella asegura que los hallazgos podrían ser aplicables a otras especies portadoras del Zika o la malaria. “El comportamiento es similar entre ellos; usualmente se alimentan en la noche, el ocaso o el amanecer”, dijo. “Queremos saber qué tanto afecta la contaminación lumínica la capacidad de desarrollar el virus en sus glándulas salivales”.
Aunque, por el momento, es solo un factor a tener en cuenta a la hora de iluminar el barrio, y una razón más a considerar en la reducción de la contaminación lumínica en general.
Este artículo fue originalmente publicado en inglés en CityLab.com