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Armas

#WearOrange: "Es imposible olvidar la presión fría de una pistola en la frente"

En el día de 'Vístete de naranja' compartimos el testimonio de tres latinas que fueron víctimas cercanas de incidentes con armas y ahora claman por un cambio para evitar más muertes.
1 Jun 2018 – 12:14 PM EDT
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1.- No pudo con el balazo que le dieron, fue fatal

A Benjamin le dispararon desde un vehículo en movimiento mientras fumaba un cigarrillo frente a la casa de sus abuelos en Trenton, Nueva Jersey, el 10 de octubre de 2012.

"Tuvo suficiente fuerza para entrar a la casa donde estaba mi papá y le dijo: papi, llama a la policía, alguien me tiró un balazo. Ahí mismo se cayó y murió. Mi papá le aguantó la mano hasta que la ambulancia lo llevó al hospital", recuerda Glenda Torres, su madre.

Cuando ella llegó al hospital dejaron que lo viera, pero no que lo tocara, porque consideraban su cuerpo parte de la evidencia. "Yo pensé que no era él, pero sí era. Era el nene. Le dieron en el corazón y se le fue al pulmón y así murió. No pudo con el balazo que le dieron, fue fatal", agrega. Todavía se desconoce quién fue el culpable, pero la madre llama frecuentemente a la policía para ver si hay algún nuevo indicio.

Benjamin iba al community college donde estaba estudiando desarrollo de páginas de internet y quería aprender a diseñar juegos de video. Ambos eran muy apegados. Torres, quien es puertorriqueña, lo tuvo cuando tenía 16 años y dice que por eso prácticamente crecieron juntos. "Ni puedo explicar la falta que me hace. Ese dolor nunca se me va. Nunca pensé que yo lo iba a enterrar por algo así y sabiendo que era un muchacho tan bueno que nunca se metía en problemas", narra.

Para honrar a su hijo, Torres fundó B.E.N.S. WAY, Inc., una organización sin fines de lucro que brinda asistencia educativa y financiera a hombres jóvenes de minorías. La comenzó después de haber ahorrado dinero por dos años para ofrecer una recompensa a quien diera información del asesino, pero después cambió de opinión porque conocer su nombre no le va a traer más paz que ayudar a otros muchachos.

Torres, que estudió enfermería, también dedica muchas horas al activismo: "siempre la gente habla de los números, de la gente que muere de disparos en las comunidades pero se olvidan de las víctimas. Yo quería ayudar y poner una cara a lo que está pasando. Darle rostro a los que vivimos con este dolor".

Para ella, parte de la solución del problema es que haya leyes nacionales que controlen el uso de armas. "Hay muchas armas que vienen por otros estados, no son de aquí de Nueva Jersey, así que si nosotros somos estrictos con las armas, pero en Pensilvania o en Nueva York o en Georgia no tienen la misma ley, no hacemos nada. Esas armas pueden venir al estado ilegalmente y los criminales pueden cogerlas y matar más gente", dice.

También cree que los recientes tiroteos en las escuelas "le fuerza a abrir los ojos" a aquellos que pensaban que la violencia de armas no es asunto de sus comunidades. "Cuando pasa en la comunidad, en la gente que no piensa que no va a pasar como en Parkland, le abre los ojos a la gente de que esto puede pasar a donde quiera. Eso puede pasar a donde quiera, a cualquier persona", señala.


2.- El arma era el centro de mesa
"Mi pareja era una persona que estaba armada 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días del año. Usaba las armas para intimidarme y mantenerme bajo su control", dice Giovanna Rodriguez, quien vive en Providence, Rhode Island, y es de padres dominicanos.

Cinco años vivió con esa pareja hasta que en 2011 decidió huir con sus dos hijos y mudarse "a tres mil millas de distancia", después de darse cuenta de que no quería vivir un solo día más corriendo el riesgo de que los hirieran o los mataran.

"Vivíamos en un estado constante de intimidación y de miedo. Él tenía un arma que servía como centro de mesa en nuestro comedor", recuerda.
Aunque Rodriguez había trabajado con víctimas de violencia doméstica, ella misma no se había dado cuenta de lo entrampada que estaba: recibía insultos, maltratos y no podía tener dinero propio.

"Es imposible olvidar lo que es tener la presión fría de una pistola en la frente, esas son cosas que uno nunca olvida y que están muy vivas todavía en mi vida presente", dice.

Ahora se dedica a criar a sus dos hijos y a ser intérprete y traductora. También se ha vuelto activista abogando por que las leyes no permitan que "las personas que no deban tener armas, las tengan", como aquellos que, como su expareja, tienen antecedentes de violencia doméstica. "No es no tener armas, es tenerlas y ser responsables con ellas. A mi ex alguien lo había denunciado, yo también lo denuncié, pero algunas veces está a discreción de los jueces el tomar la decisión de quitarle las armas de fuego a las personas", explica.

3.- Lo único que nos queda es luchar para que eso no le pase a otros muchachos
Ricky, el hijo de Maria Pike, fue asesinado a los 24 años cuando estacionaba su vehículo frente a su apartamento en Logan Square, Chicago, el 3 de agosto de 2012. Solo dos meses antes se había mudado de casa de su madre para vivir por su cuenta. "Un 'ganguero' se acercó y lo mató, porque pensó que era otro miembro de una pandilla que estaba en su zona. Eso es lo que la policía piensa", dice.

"Ricky jugaba deportes, trabajaba y estudiaba y en la noche salía con sus amigos, era muy social. Cuando él murió estaba muy contento con su vida, la verdad, porque finalmente estaba fuera de la casa de la mamá", señala riéndose.

El presunto asesino todavía espera por el juicio. "Es una persona que tiene problemas de violencia. Tiene problemas de ira. Él había abusado domésticamente a sus parejas", dice Pike.

Las autoridades le han dicho que el juicio será en julio, aunque Pike prefiere concentrar su energía en el activismo: "lo único que nos queda es luchar para que eso no le pase a otros muchachos", señala.

Cuando mataron a Ricky, su hermano menor, Arthur se "metió en una cáscara", describe su madre. Hasta ahora no hablan de él, ni de lo que pasó. "Nunca sabremos cuál es la gravedad del trauma que tienen las familias de las víctimas. Uno aprende a vivir con el trauma. Hay quienes canalizan el luto volviéndose alcohólicos, teniendo mucha ira, teniendo muchos problemas, perdiendo el trabajo, haciéndose adictos a los medicamentos, causando muchos estragos en la comunidad. Hay unos que tratan de suicidarse, hay otros que mueren", dice Pike, que nació en Perú y cuando no se dedica al activismo es agente de bienes raíces. Dice que conoce personalmente al menos a unas 250 madres que han perdido a sus hijos por violencia de armas, pero que a través de las redes sociales está en o con miles.

Este sábado, como parte de la campaña de WearOrange, va a regalar plantas y flores a los sobrevivientes de la violencia armada, entre otras cosas.

"Tenemos que entender todos los aspectos de la violencia armada. Las armas no deben estar en las manos de la gente mentalmente enferma, suicida, no deben estar en manos de los criminales. No deben estar en manos de la gente que no tiene permiso para usarlas y sin embargo las compran. Yo no tengo ninguna oposición a que las personas tengan sus armas cuando son usadas responsablemente. No tengo ningún problema con eso", señala.

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