Desert Trip: el festival que marcó el final del rock como lo conocemos

Durante dos fines de semana consecutivos se presentaron seis pilares de la historia del rock en un festival cuidadosamente manufacturado a favor de la nostalgia de unos y la fantasía de otros. Bob Dylan, los Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney, The Who y Roger Waters compartieron escenario en Desert Trip, en el mismo campo de polo en Indio, California, en donde se ha armando el festival Coachella desde 1999. Eso que empezó en Woodstock en el verano del 69 se terminó con Roger Waters y su cerdo flotante el domingo pasado. El final del rock como lo conocemos.
Organizado por Goldenvoice, el festival empezó en sus dos ediciones un viernes con ‘Rainy Day Women #12 & 35’ a manos de un Bob Dylan que hizo enojar a todo el mundo porque no hizo chistoretes entre canciones, aún después de haber ganado el Nobel de literatura.
Con un solo escenario gigantesco decorado con tres pantallas a lo largo de su extensión y secciones cercadas para sentarse, el formato le dio al evento un carácter más de concierto de estadio que de festival de verano. Aunque el ambiente festivalero sí estaba vivo, con un público en su mayoría tomado por viejos boomers que venían en grupos de amigos a ver a sus ídolos de la adolescencia.
Desert Trip fue un recorrido por un museo vivo del rock. Los artistas referenciaban a otros contemporáneos suyos, decoraban sus sets con anécdotas de los 60 y los menos carismáticos se echaban sus chistes de tío. Durante el primer fin de semana, Neil Young bromeó diciendo: “pensé que tanto humo era porque estaban haciendo barbeque”, y después de unas risas tocó ‘Down By The River’. Los Rolling Stones homenajearon a los Beatles con un cover a ‘Come Together’ en medio de su set. Y Keith Richards agradeció a Bob Dylan por un “increíble acto abridor”.
Jimi Hendrix fue invocado más de una vez durante el Trip. El primero en traerlo a cuento fue Paul McCartney, quien le agradeció públicamente por “haber esperado a que los Beatles sacaran el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band para después hacer esto…” y tocó una versión sin voz de ‘Purple Haze’ con una guitarra colorida que cambió por su clásico bajo aviolinado. Luego Pete Townshend de The Who contó una anécdota sobre la guitarra que traía en la mano y cómo estába relacionada con Hendrix.
Roger Waters predica puros ideales que desbordan actualidad, pero en realidad su discurso fue el mismo de siempre, y su set se construyó con pedacitos de sus shows más populares a lo largo de la historia. Un poco del Dark Side of the Moon, algo de Wish You Were Here, un acto brutal con Animals y otro poco de The Wall. Fue un show para complacer por completo a los viejos adolescentes del público, pero en el fondo, el bajista estaba contando una historia. La historia de Pink Floyd.
Paul McCartney también trazó la línea del tiempo de los Beatles a través de su show como si estuviera operando un barquito mecánico de It's a Small World en Fantasyland. El set estaba armado de tal manera que pudo agradecer a cada Beatle por escribir tal o cual canción. Antes de tocar ‘Here Today’ mencionó que se quedó con muchas ganas de decirle cosas a John Lennon y se arrancó con una de las canciones que más conmovieron a la gente en su participación.
En general, cada uno de los actos del festival estaba enfocado a recordar y agradecer. A cerrar. Creo que todos nos damos cuenta de que con Desert Trip, los íconos del rock que están marcados por Woodstock y los movimientos estudiantiles del 68 en distintos puntos del planeta, les ceden el paso a los que siguen, con un legado amplio y delicioso para pasar a lo que sigue de una vez por todas, aunque sea de una manera simbólica.
Woodstock sucedió hace casi 50 años. Hace casi la mitad de un siglo, cuando la paz era un ideal y no una imposición institucionalizada. Cuando había que pelear por el amor universal para que unos años después el internet encarnara esa idea de “sharing is caring”. Hoy compartimos todo. Cada pedazo de nuestras vidas. ‘Give piece a chance’ ya es solo un himno avejentado que representa la carga de la guerra en los baby boomers, pero no nos habla a nosotros. El mundo ya es otro, y nuestras necesidades son otras. Ya nos dimos cuenta de que la paz es un ideal abstracto y tenemos que trabajar todos los días en contra del odio y a favor de la unidad desde otro lado.
Desert Trip fue una prueba viva de la institucionalización de la paz. Un festival caro, con alimentos, bebidas y estancia caras, para un público con mayor poder adquisitivo del habitual para Coachella. Los actos no fueron bandas nuevas, ni gente joven. Fueron puros viejos lobos de mar, leyendas del rock, exprimiendo los últimos centavos que le pueden sacar a su carrera. Los frutos de su legado. Menos de la mitad de ellos hicieron comentarios políticos porque su fama y sus relaciones políticas están comprometidas.
Paul McCartney no puede hablar de temas controversiales porque es Paul McCartney, igual de político que Mickey Mouse. Mejor ‘Obladi oblada’. Los Stones no pueden hablar de sexo ni de drogas porque su presión cardiaca no aguanta esa contradicción. Bob Dylan no sabe si recibir el Nobel o no entonces no dice nada. The Who no se puede meter en temas escabrosos porque acusaron a Pete Townshend de pedofilia hace un millón de años. Todos están comidos por su propio cuento.
Ojo, no estoy diciendo que esto esté mal. No critico la popularidad de las estrellas de rock. Doy gracias infinitas a Satanás por cada uno de estos personajes que en su momento fueron una necesidad para la humanidad (y lo son todavía para la formación de muchos nuevos seres humanos que poblamos la tierra). Lo que digo es que algo murió con Desert Trip. Tal vez una carga que traíamos del siglo XX. Ya podemos pasar a lo que sigue. Que viva el siglo XXI.