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¿Y qué culpa tiene el niño?

Ningún adulto cuestionaría el derecho la privacidad corporal de un niño (nadie en su sano juicio le pide a su hijo que se muestre o que se deje tocar por extraños), entonces ¿por qué no tenemos ningún cuidado cuando se trata de la privacidad de su imagen?
Opinión
Le da un poco de pena decir que estudió Comunicación (pero se la aguanta porque no hizo la tesis en balde). Ha escrito algunos guiones y dirigió un cortometraje premiado por IMCINE. En su cabeza revolotean cómics y canciones de los Flaming Lips todo el tiempo.
2017-04-30T14:05:19-04:00
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Desde las mamás que suben las gracias de sus hijos en Facebook hasta celebridades como Julián Gil y Marjorie de Sousa que tienen la intención de beneficiarse con las fotos de su bebé de tres meses al darlas en exclusiva para una revista —y luego, como hizo Gil, rompen dicho contrato—, los adultos de estos tiempos parecen no considerar en ningún momento la voluntad o la dignidad del niño en cuestión. (Nota del editor: la revista People explicó que no dio remuneración económica directa por las fotos).

Si antes nuestros padres nos torturaban mostrando nuestras fotografías del “hermoso bebé encueradito que éramos" a cualquier pariente o amigo que visitaba la casa, ahora imaginemos la muchedumbre de imágenes y videos que un niño de hoy, ya crecido, podrá encontrar de sí mismo en la red y cuántas de ellas le podrían perseguir por el resto de la vida.

Y ojalá que lo peor fuera la vergüenza o el pudor ante un público numeroso y heterogéneo, lo peor en realidad es que dentro de ese público existen redes de gente sin escrúpulos que intentarán manipular o usar esa fotografía con intenciones oscuras, a veces inconfesables.

Este viernes amanecimos con la noticia de que el actor Julián Gil había hecho público el rostro de su bebé, rompiendo así el contrato de exclusividad que tenía con la revista People, sin importarle además que la madre, la actriz venezolana Marjorie de Sousa, estuviera o no de acuerdo. (Nota del editor: Este domingo se supo que, por su parte, Marjorie decidió ser la portada de la revista sin Julián y con el bebé).

Sabemos que Gil se echó a llorar en un programa televisivo por la ruptura de su unión con Sousa, un acto con el que invita, consciente o inconscientemente, a mediatizar su trayectoria emocional y el desenlace de su disputa con De Sousa por la custodia de ese niño.

Quizás se puede hacer una diferencia entre compartir ciertos acontecimientos personales con los fans (quienes, a decir verdad, también deberían bajarle al morbo) y volver la vida un libro abierto en el que cualquiera puede opinar. Y aunque la línea es cada vez más fina y el mundo cada vez más entrometido, lo cierto es que solamente un adulto puede decidir si algo se queda dentro o fuera de lo privado.

¿En qué momento nos parece una buena idea ventilar, por ejemplo, la amarga separación de los padres de un bebé y usar al niño como moneda de cambio en este estira y afloje que se da entre los egos lastimados de una pareja?

No debería ser cuestionado que los famosos tienen derecho a una vida privada, como cualquier ser humano, pero tampoco se puede culpar a los medios de uso y abuso del artista cuando él mismo destapa su vida íntima de manera pública —es decir, usa y abusa de los medios para mantenerse en el top of mind de la gente—.

El circo mediático para Matías, el hijo de Gil y De Sousa, empezó desde antes de su nacimiento: en los escuetos tres meses que sus padres pudieron convivir como familia con el bebé, ya usaban su imagen (sin cara) en Instagram para generar expectativas de los fans y buscar la exclusividad con la revista antes mencionada. Ahora, el fuego cruzado que le espera este pequeño, con sus padres disputándose su custodia y dando entrevistas a diestra y siniestra sobre el asunto, debería preocuparnos, aunque fuera un poco: quizás es momento de regular los derechos sobre la privacidad y sobre la imagen pública de un ser humano, particularmente de un niño.

El hambre del público por conocer la vida y milagros de las celebridades es, quizás, imparable, pero si no entendemos que al compartir la imagen de un menor que no está en condiciones de manifestar su verdadera voluntad estamos faltando al principio básico de la dignidad de alguien entonces estamos perdidos.


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Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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