Balada (ranchera) por un bigote

Durante el mes de septiembre, el patrio en México, es común ver en casi cada esquina a vendedores ambulantes ofreciendo bigotes falsos para lucir durante la celebración de “El Grito de Independencia”. Y no es que los héroes patrios mexicanos Miguel Hidalgo o José María Morelos y Pavón sean recordados por sus sendos bigotazos (los dos eran lampiños), si no que para los mexicanos —como para otros hombres de algunas otras nacionalidades—, el bigote es sinónimo de identidad.
Cerremos por un momento los ojos e imaginemos a un charro mexicano impecablemente vestido, montado en su caballo; su mujer lo mira embelesada desde abajo, como si fuera una aparición. El charro que visualizamos trae bigote, ¿verdad?
Dos de los héroes más representativos de la historia de México, Emiliano Zapata y Francisco Villa, el epítome de la Revolución y el hijo del pueblo, usaron bigote. Dos de nuestros villanos favoritos, don Porfirio Díaz y Carlos Salinas de Gortari, también son recordados por su vello facial, entre otros detallitos, claro. Y qué decir de Pedro Infante y Jorge Negrete, (súper) héroes de la época de Oro del cine nacional mexicano, los primeros rockstar de este país. Todos con bigote.
Héroes y villanos van, pero sólo Vicente Fernández y su bigote permanecen. El cantante, de 76 años, es considerado aquí y en el mundo como uno de los máximos exponentes de la música regional mexicana. Nos guste o no cómo interpreta —hay algunos que dicen que no canta, sino grita— o que su forma de ser pueda ser considera como machista y anticuada, la verdad es que ‘Chente’ —y su bigote— son casi casi patrimonio nacional.
En noviembre de 2012, don Vicente ofreció una conferencia de prensa en su rancho Los Tres Potrillos para dar a conocer los pormenores de una reciente operación de hígado a raíz de un cáncer que le detectaron. Apareció con unos kilos menos, visiblemente recaído, de lente oscuro y… SIN BIGOTE. Traz. OMG. La mayoría de las notas que aparecieron en los medios ese día o al siguiente comenzaban con “Sin su tradicional bigote…”. Paren las prensas, como dirían los clásicos, porque esto ya no se trataba de que el cantante había vencido un cáncer de hígado. No, se habían metido con el bigote más famoso de México (con perdón de su tocayo Fox).
Y otra vez sin el mostacho
Casi un año después, el Charro de Huentitán presentó su libro de memorias Pero sigo siendo el rey (¿y no?), otra vez, sin el negro abrigo de sus labios (el bigote, pues). Ese día también se recuperaba de una operación en los meniscos, según explicó a la prensa, pero l o que más llamó la atención —otra vez— es que el bigote no estaba. Ese manchón oscuro encima de los labios, tan arquetípico de todo lo que él representa. Por segunda vez, también por motivo de salud, el monarca de las rancheras exhibía la piel castiza entre los labios y la nariz.
Ante la insistencia de los periodistas, el cantante dijo que se lo había cortado para verse unos años más joven, "pero me lo voy a tener que dejar porque es mi imagen y le debo respeto al público”. Ahí estaba ya el meollo del asunto: el bigote, tan negro siempre, tanto como las cejas, cada vez más contrastado con las canas abundantes en el pelo. Las canas, a veces enemigas de la vanidad. Y don Vicente, vanidoso como es, quería verse más joven. Pero, otra vez, vanidoso como es, anunció a la fanaticada que se le dejaría crecer nuevamente para “agradar a la audiencia”.
Una explicación romántica de un cantante que se debe a su público (“mientras la gente no deje de aplaudir, Chente no deja de cantar”). Pero la verdadera razón podría ser otra: Don Vicente se sometió a dos operaciones, así que tuvo que haber recibido anestesia general inhalada —sí, los charros también sienten dolor—. Según recomendaciones médicas, para facilitar el procedimiento y evitar infecciones (el bigote y la barba esconden muchas bacterias) hay que rasurarse antes de cada cirugía. Así que, por salud, se despidió repentinamente de su eterno compañero.
Hace algunos años, Vicente Fernández también se quitó el bigote, pero esa vez fue por exigencias de un papel en el cine (ha filmado más de 30 películas). En Uno y medio contra el mundo (1973), interpretó al ladrón Lauro, que hace amistad con un niño.
El próximo 16 de abril, en el Estadio Azteca, Vicente Fernández ofrecerá el que —dice, pero ya no le creemos— será su último concierto. Esa noche, miles de personas despedirán al cantante del pelo blanco, cejas pobladas (o ya en sobrepoblación) y al bigote más famoso de México.
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