Quizá no quieras itirlo, quizá no te has dado cuenta; pero en algún momento de tu vida has caído en las redes del amor... por el queso... el queso derretido.
Sus atributos y beneficios han seducido a los corazones más duros, sumergiendo a sus víctimas (porque no hay otra forma de llamarlas) en una espiral de destrucción placentera. Sí, sé que no estoy diciendo nada coherente —quizá sea por los efectos alucinógenos provocados por el exceso de queso—; pero seamos honestos, tú entraste a este artículo solo por las imágenes, así que no interesa lo que te diga; es más, posiblemente ni siquiera te des cuenta que voy a incluir siete ítems en vez de diez... Ouch!
En fin, comencemos con esta enfermiza historia de amor, mejor que Crepúsculo. Llamémosle 50 Shades of Cheese.
Cuando lo conocimos por primera vez
¡Cómo olvidar ese momento! Para la mayoría de los mortales, a través de la clásica pizza con mozzarella. La elasticidad de su consistencia, su temperatura, su color; una coreografía de sabor. Por primera vez en nuestras vidas, fuimos amados realmente.
Cuando decidimos conocerlo más
Su recuerdo había quedado impregnado en nuestro paladar. No podíamos olvidar su textura, su aroma... Necesitábamos descubrir más, queríamos sumergirnos en su placer. Entonces fuimos a los restaurantes más cercanos y pedimos todo aquello que incluyera queso derretido. A partir de allí, no hubo vuelta atrás.
Cuando optamos por experimentar
Como en toda relación, la rutina es la principal amenaza. Comer siempre lo mismo, en los mismos restaurantes, drenaba la pasión que conquistó nuestros corazones; por lo que la única alternativa que rescataría a esta pareja yacía en la experimentación: probar cosas nuevas, dejarse llevar por el instinto. ¡Uh, esas papas caseras con queso cheddar!
Cuando entendimos que el mundo es un lugar muy grande
Pero lo que hay en casa ya no es suficiente, necesitamos más. Hemos descubierto que existen miles de formas, clases y recetas; y comprometerse con quesos tan normales solo nos estaría privando de alcanzar un placer mayor.
Cuando nos sumergimos en sus manjares
Bread Bowl Melting Cheese, Fondue de quesos suizos y las alternativas más caras y placenteras que podíamos probar. Éramos libres para disfrutar del éxtasis, pero habíamos olvidado lo esencial, habíamos perdido el rumbo.
Cuando recuperamos el propósito
Más allá del sabor, como instrumento de placer, el queso derretido nos había enseñado la importancia de una conexión: la relación entre comida y humano trasciende lo sensorial. Entonces tomamos nuestro tradicional queso mozzarella (quizá algo de cheddar) y nos comprometimos a buscar nuestra propia identidad; a ser fieles con nosotros mismos.
Cuando nos hizo sentir plenos
Y así fue; entendimos que, independientemente de la clase, tamaño, tipo o receta, era nuestro amor por el queso lo que nos hacía sentir diferentes.
Así volvimos a nuestros inicios
A aquella pizza primordial que nos robó el habla durante casi dos episodios de Breaking Bad.
Aunque seguimos disfrutando de los placeres de este mundo
Como el buen Raccelete, el mejor queso del mundo, en mi opinión (la única que importa).
Y entendimos el mensaje vital detrás de todo esto
En la vida, todo es mejor con muzzarella.
Esperamos tus comentarios.